jueves, 5 de febrero de 2009

LEJOS DE ROMA/ Pablo Montoya




Por Gabriel Arturo Castro M

Lejos de Roma
Pablo Montoya
Alfaguara, Bogotá, 2008,
178 páginas.

Librito mío pequeño (aunque no por pequeño te miro con malos ojos), vas a ir sin mí a Roma, a donde ¡ay! No le está permitido ir a tu dueño. Ve, pero sin ornato alguno, como conviene al libro de un exiliado: como infortunado que eres, muéstrate con el ropaje propio de las circunstancias.
(Ovidio, Tristes, libro I)

Lejos de Roma es otro ejemplo de la incesante y fructífera escritura de Pablo Montoya, dado que es de los pocos creadores colombianos que poseen una conciencia y un compromiso con la palabra. Lentamente va dejando un importante magisterio, una obra narrativa y ensayística de altísima calidad. Su linaje literario es de los grandes fabuladores, quienes juntan misterio, poesía, conocimiento de la historia y de la cultura. Poseedor de una literatura sin fronteras, sus preocupaciones alcanzan hondas parcelas de la condición humana: las relaciones entre literatura y música u oralidad y escritura, además de hondas búsquedas acerca la función social y política del escritor, la crítica literaria, el erotismo, la ciudad, el exilio, la violencia, el viaje, el estoicismo, la mujer, el poder y la resistencia, entre tantos otros motivos de creación.

Su obra conjunta es un diálogo de tiempos, inquietudes culturales, preocupaciones éticas y estéticas de un incansable quehacer literario, oficio definido por la búsqueda. Lúcido y trascendente, su conocimiento y saber nos ofrece múltiples sorpresas, entre ellas el presente libro que merodea el exilio del poeta romano Ovidio y de cuyo contenido expresan los editores:


Se acude a la historia pero no se agota en ella. Está atravesada de erudición, erotismo y amargura, pero estos elementos no actúan como obstáculos. Al contrario, ayudan a construir la visión poética de un exilio que aún dice grandes verdades a nuestro tiempo. Las verdades de la nostalgia y la desolación, del amor y la esperanza, del poder y la ambición. Conformada por capítulos breves, trazados con un estilo literario exquisito, Lejos de Roma apuesta por una nueva forma de abordar la historia. Sin las pretensiones de hacer un gran fresco épico de una civilización, esta novela es sobria en su objetivo: hablar de la búsqueda fundamental que caracteriza a los poetas genuinos.

Ovidio (Italia, -0043 aC – 0017 Dc), nació en Sulmona, cerca de Roma. Educado para seguir una carrera política, su genio era esencialmente poético. En Roma, donde residió hasta cumplir los cincuenta años, se relacionó con la sociedad más distinguida de la ciudad, incluido el propio emperador Augusto. Sin embargo, en el año 8 Ovidio fue desterrado a Tomos (hoy Constanza, Rumania). Según el propio Ovidio, uno de los motivos de su destierro fue la publicación del Arte Amatoria, un poema demasiado exaltado para el gusto del emperador, que se proponía emprender diversas reformas morales. Pero probablemente esto no fue más que un pretexto, puesto que el poema llevaba diez años en circulación. Otra de las razones nunca revelada por Ovidio, pudo haber sido su conocimiento del escándalo en el que estaba involucrada la hija del emperador, Julia. Pese a todo, Ovidio nunca abandonó su esperanza de volver a Roma, pero sus expectativas resultaron vanas. Ovidio murió en Tomos, tras una existencia infeliz y melancólica, logrando sobrevivir su arte literario más allá de su muerte, siendo sus poemas el más grande alegato de la Antigüedad sobre la libertad de expresión y la dignidad de la expresión humana.

Sobre este trasfondo se erige Lejos de Roma, de Pablo Montoya, en cuyo fondo hay un carácter épico, pues vuelve a un antiguo patrimonio de mitos para recrearlos y dejar que reine la imaginación: el héroe trágico, marginado, víctima de la arbitrariedad del poder y cuyo reconocimiento vendrá por los caminos de la literatura. Ovidio es un enorme caleidoscopio de vicisitudes, tramas, acciones que generan la visión de la vida y el valor central del mito, considerado éste como elaboración literaria y precepto ético. El autor de Lejos de Roma nos comunica un relato ejemplar en que los acontecimientos históricos de un pasado se difuminan y se actualizan. Su complexión imaginaria tiene su anclaje en el drama de quien vive entre el esperanzador mensaje del arte y unas condiciones ausentes de la idea de justicia. El exilio de Ovidio nos persigue hasta nuestros días, su sacrificio es igual al desterrado de hoy, los débiles expulsados, los marginados por tiranos que no soportan ningún desafío, ni intelectual ni moral. Las pasiones y los poderes de ayer también son los de hoy. El autor sabe que el exilio es una experiencia cotidiana y transmite por lo tanto una noción de pérdida, confrontación y ausencia. El mito resucita con su voz legendaria:


Aquí, en realidad, soy nadie. Dejé de ser alguien desde el día en que me fue avisado el repudio de Augusto. He sido nadie en todos los puertos que he atravesado hasta llegar a Tomos. Mi lengua, que podría actuar a mi favor, que siempre actuó a mi favor antes de este exilio, se estrella contra la ignorancia de los bárbaros.


Encontramos, entonces, una rica erudición, no la refinada composición ni el estilo extremadamente intelectual. Por lo contrario, su interés por el pasado, la invención y elaboración poética-narrativa, permiten aquella singular vuelta al mito y su urdimbre, dotada de un trazado psicológico, afectivo, moral y espiritual del personaje y un efecto dramático de sus acciones. La fusión entre poesía e historia nos indica que ésta última es también una acción del lenguaje, un poder que desmitifica. El mito se rompe por medio de una nueva palabra, un nuevo orden y otra imagen – metáfora; no olvidemos que el libro Lejos de Roma está constituido por 40 capítulos breves, considerados cada uno como una escala de su viaje y estancia en el exilio, desde su arribo hasta su muerte. Se captura lo histórico, progresivamente, como una necesidad de la memoria, ya que el lenguaje desenmascara el porvenir. Pero igual Lejos de Roma contribuye a nuestra reflexión aguda sobre el presente y cómo en el pasado existía una conciencia misteriosa, abierta hoy gracias a labor de la escritura. Porque la historia es también una poética que pone la duda, pregunta por el desliz y la fractura, una palabra que posee conciencia histórica, literaria y filosófica, e invoca, evoca, provoca con su carga de ironía, dolor, belleza y conmoción.

Además consigue el libro un equilibrio entre el tema heroico y el cotidiano; el discurso narrativo y el lírico. Leamos como ilustración el inicio del capítulo titulado La desnudez:


La culpa de todo hombre en Roma es tener ojos. Una noche yo miré y fui castigado. Sabía que, al traspasar esa puerta, donde Isis había tallada en mármol, entraba en un terreno prohibido. En el aire flotaba un aroma de azafranes macerados. Invité a Fabia a dar un paseo por los foros, pero ella prefirió quedarse recostada en su triclinio. Leía, con mucho interés, los impuros relatos de Eubio sobre la corrupción de la semilla en el vientre materno.


Lejos de Roma es un lúcido ejemplo de la labor de la ficción dentro de la historia, la búsqueda juiciosa de los acontecimientos históricos y la versión del escritor, su interpretación personal y subjetiva, intuitivo, pero a la vez consciente e intencional.

Al valerse de una profunda emotividad, el autor recrea el comportamiento, la actitud de un ser humano que actuó en un pasado, pero que hoy es resucitado poéticamente de la mano de sucesos de gran valor anímico y espiritual. De tal manera que los acontecimientos singulares y auténticos están vivos, vigentes y significando, tras una tarea de mediación, reconstitución y completamiento. La historia deja de ser recinto exclusivo del pasado y se torna saber actualizado. La escritura halla, descubre, saca del olvido, revela mediante un acto imaginario y libre las zonas oscuras que tiranizan o frustran al hombre. El autor captura lo histórico por medio de la individualidad y lo íntimo, pero a la vez trasgrede lo particular (la biografía de Ovidio) y lo trasciende a lo universal (el destino de todos los desterrados del mundo), donde la verdad interior importa más que la verdad objetiva:

Las islas del Imperio se han llenado de exiliados. Detrás de cada muralla romana se esconde alguien que espera, entre el resentimiento y la esperanza, la llegada de la muerte. Augusto, que todo lo vigila, desde la paz en las fronteras hasta el control de los incendios y las inundaciones de Roma, también ha querido gobernar sobre el deseo de los ciudadanos. El exilio como castigo para quienes se resisten a respetar el poder del Príncipe. El exilio destinado a quienes atentan contra su rigor moral. Augusto quisiera controlar hasta el sueño de los súbditos. Y acaso sea ésa su gran frustración.


A través del monólogo el protagonista relata su drama, el lado crítico de la historia, la desmitificación de los hombres y los sucesos. Lejos de Roma es un libro contemporáneo que se compromete con nuestro tiempo tan complejo y aciago, quizás porque es un original punto de vista sobre un pasado que retorna sin descanso. Su actualidad, lejos de toda obra arqueológica y anacrónica, es posible por el contraste de mundos, las analogías que el lector realiza, la lección humanista que propone, su imaginación creadora, la pasión y el vital sentido de la obra.

GABRIEL ARTURO CASTRO M

domingo, 1 de febrero de 2009

EL AMOR DE LOS HIJOS DEL AGUILA




El amor de los hijos del Águila


En la punta de la flecha ya está, invisible, el corazón del pájaro.En la hoja del remo ya está, invisible, el agua.En torno del hocico del venado ya tiemblan, invisibles, las ondas del estanque.En mis labios ya están, invisibles, tus labios.


Teléfono


A medianoche, en Nueva York,ella, emergiendo de los mares del sueño,escucha esa palabra cargada de agua azulcomo otro sueño: Adriático,y sobre un ajedrez de hierro y lunaacaso ve las naves.


En las mesetas del Vaupés


Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en el cielo.Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el vértigo.Qué son las alegres fogatas sino los árboles contando su último secreto.Follajes de las ondas que van quedando atrás con el golpe del remo.Follaje de sonidos que en torno de los postes enardece al guerrero.Follaje de invisibles caminos que comienzan en el confín del puente.Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes orquídeas.Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.Con fruto seco de tekiba hice la copa en la que ofreciste


El geólogo


Aquí hubo un mar hace un millón de años.El hombre no lo sabe, mas la piedra se acuerda.Pártela: hay un cangrejo en sus entrañas,Todo de piedra ya, forma magníficaQue se negó a ser polvo.Ante el peñasco y el guijarro, piensaque acaso fueron seres dolorosos,sangre y pulmones palpitantes.Entre la ciega rocay el trémolo extasiado de la salamandratan solo hay tiempo.



William Ospina, (Padua, Tolima, 1954). Poeta, ensayista y traductor, es uno de los invitados a la tercera versión del Carnaval de las Artes. Su último libro, titulado El país de la canela, fue publicado en 2008 por Editorial Norma.

¿Cómo se lee un poema? / Hugo Padeletti

Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer. Sé que la expresión improvisada es más vívida, aunque menos exacta, pero en est...