jueves, 17 de junio de 2010

HOJA POR HOJA / Gabriel Arturo Castro

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Luz Mary Giraldo

Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, 2002, 58 páginas.

El presente libro pertenece a la colección Viernes de Poesía que edita el Departamento de Literatura de la Universidad Nacional. Su contenido está dividido en tres partes: Aprendiz de gato, Aceite de olvidos y Palabras en su tinta.

Sorprende encontrar el deslinde entre teoría y práctica en una autora considerada como destacada investigadora y ensayista. Ya el maestro Edgar O´hara (Boletín Cultural y Bibliográfico Número 55) había insinuado tal fragmentación que se convierte en espera: “Creo que no se ha dado cuenta todavía de que es poeta y de que podría incluso llegar a ser muy buena. Pero la poesía demanda tiempo y un sudor que a la larga puede ser inútil; a veces brota en vano y muy pocas veces se digna a la recompensa”.

El poema, lo sabemos, se defiende solo. Lo extraliterario no lo sustenta ni lo defiende del tiempo y las justas valoraciones. Y aquí la poesía de Giraldo muestra una sobriedad extrema, una actitud conservadora y la presencia de un abismo entre su aspiración de expresión poética y la realidad última de su esfuerzo. La realidad no corresponde con el deseo. Sólo vislumbramos la intención sin la concreción a la que aspira finalmente.

Posee intuición pero ello no basta. Su visión y percepción de la poesía se muestran en sus poemarios El tiempo se volvió poema; Camino de los sueños; Con la vida y Hoja por hoja, los cuales intentan la esencia albergada en el pensamiento, en la significación y en la comprensión. Se reconoce una búsqueda hacia la autenticidad poética, un afán de síntesis (aunque no logre conciliar el afecto con la forma), el deseo de expresar lo problemático de la existencia. Sus motivos y temas tienen un fundamento en la historia de la literatura: la soledad, la propensión al silencio, el alejamiento de lo inhóspito, la memoria, la melancolía, la ausencia, el miedo a lo desconocido, la muerte oculta, el asombro del poeta, la caída, el amor, la fatiga del hombre, el vacío como sensación, el olvido.

Sin embargo su lenguaje se caracteriza por la limitación y la mediana profundidad. Veamos un ejemplo a través del Poema con gato:

Como el gato
El poema se niega a la caricia.

Juega
camina caprichoso

busca el lugar más elevado

salta

rechaza el sitio inhóspito

desciende

husmea

escarba

aleja la carroña

las cenizas

deja en silencio la soledad

y la palabra.

En el citado  texto asistimos a una comparación abreviada, la cual nunca se aleja del símil, de la relación de semejanza explícita. El recuento de Hoja por hoja nos lleva a expresar que su mecanismo de creación es la percepción que ofrece una sensación interna de los acontecimientos, tal es el caso de los recorridos que hace por los laberintos, la huida de los demás hombres, oír las aves del tiempo, el reloj del cuerpo, la tinta y la noche invadiendo el papel, la persecución en la ciudad, los murmullos que fabrica, las palabras abandonadas sobre un rincón y la existencia a pesar del sufrimiento.

El concepto de lo que va a transmitir lo tiene claro la autora, pero su imaginación quedará entrecortada al pretender sustituir el concepto por una metáfora simple. La percepción directa ensombrece de esta manera la evocación, el asombro, la extrañeza y la distancia de la memoria. El desplazamiento del significado no se ha llevado a cabo y la sorpresa se ha extraviado definitivamente.

El transcurso del texto se torna previsible, pues  la unión de lo que se dice y lo que se contempla acaba sólo en pretensión. El texto queda de esta manera atado a la lógica y a la objetividad conceptual (el tema o la idea fundamental se impone).

El espíritu subjetivo, es decir el lirismo,  se ve limitado a un mundo que a pesar de estar sugerido es poco profundo e intenso. Lo accidental no se separa de lo esencial, lo que permite que la imagen quede incompleta. Leamos otro ejemplo, en este caso el poema Gato en la luz:

Gato travieso/ el poema y la luz/. Curiosea atento y la imagen se agita/: afina el oído/ la mirada/ un foco de color ilumina la noche/. El tiempo se detiene/ la luz llama/ -teatro de sombras/”.

Dicha estrofa insinúa una atmósfera y describe una situación. El animal yace sobre la noche. La segunda parte procura complementar la primera:  “El gato juega/ salta/ corre/ ronronea/ se hace un ovillo/: en un instante nace el poema/ hilo de sombra/ en la luz”.

Sin embargo la secuencia se torna incompleta, ya que la imagen final acapara la fuerza del texto y lo demás  es mero trámite para respaldarla : “el poema, hilo de sombra en la luz”. Ello es una constante en todo el poemario de Luz Mary Giraldo, donde la fuerza y la potencia se localizan al interior de una sola imagen, la cual no alcanza a generar una estructura. Poesía minimalista que se vuelve juego de palabras, semejante a ciertos gestos del haikú. De distintos poemas tomo sus líneas finales:


Encendida la luz/ el gato se arrebuja: duerme”.
“Es un verso la gota que cae/ ojo de gato”.
“Como el gato/ la vida/ ajena a veces/ rumorosa”.
“No vuela un pájaro/ no canta dentro de nadie/: tiemblan los huesos”.
“Camina de puntillas/ escucha un silencio sordo/ el alfabeto se curva ante los dioses”.  
“Tanta pluma caída/ tanta noche en la rama/ ¡Tanta!”.
“Oye la soledad/: curvas rojas/ Arlequín desmadejado en el poema”.
“Triste la música llega/: piedra en el fondo del lago”.
“Venus y Adonis/ en el fondo del lago/: llama que ciega”.
“Curva ciega de la vida/ sus palabras/: soledad en trazos”.
“Es el día como la vida/: opaca la luz/ a veces transparente”.

La muestra nos indica que las imágenes, concebidas de este modo, son el centro de la expresión poética de la autora. Aquí, solas y aisladas, no describen sino que nombran al mundo, provocan asociaciones íntimas, sugerencias, hondas ideas en el lector, gracias al poder alegórico que les confiere. El poemario de Luz Mary Giraldo pone en relación dos mundos, el de los animales, objetos o seres de la naturaleza, y el de los hombres. Es una constante la aproximación entre los gestos del gato y el acto de escribir o de vivir: “Caprichosa  gata/ la vida/: acaricia/ juega/ decide/ invade y evade/ abandona/ a veces acompaña/ sube a mi canto/ me estrecha/ se aleja/ ronronea/”.

A través de la igualación entre palabra y concepto se quiere representar el destino humano, los peligros, las discordias, como en su texto Canción del navegante:


            El navegante espera una señal
un canto de sirenas en la noche profunda.

            Ve nubes en lo alto
            Peces muertos.

            Entre agua y asombro viaja
                        niebla
            ola en su pecho
vida suspendida entre cielo y océano.

Parece un contrasentido, ya que las imágenes de Hoja por hoja  esclarecen la intuición poética, pero ya acompañadas son oscurecidas por el imperfecto trámite. He ahí el límite de la poesía de Giraldo: la imagen se comprende por su plenitud y génesis, y el texto  completo le impone una frontera donde la contemplación y la sensación de vacío la envuelve, gracias a que su andamiaje sintáctico es bastante débil e inseguro. La marcha del poema se  trunca, no fluye y deja una impresión de vaguedad,  imprecisión y gratuidad. El poema queda a la espera del acto realizador, detrás de un aire de disolución y pereza.

La imagen solitaria es incapaz de dotar de forma al  todo del poema. La forma no toma sentido ni resolución. Entonces llegamos a la duda definitiva, a la fragmentación, al desencuentro.

La no forma impide que las palabras muestren su raíz y que el choque entre lo advertido y la palabra carezca de determinación. Observemos, a propósito, el Poema desde el olvido.

                        Canta
y su voz se desgaja como rama de sauce.
                        Entumecido
busca un nido para esconder el frío
                        una gota de miel
                        un parpadeo:
                        reposo.

Crece en su pecho una rama de olvidos:
                        canta.

Aquí la contemplación  del instante suscita una reflexión superficial  y la consecuente irresolución de la forma. El texto se compone de momentos, fragmentos que se convierten en desuniones, fatalidades, ausencias definitivas.
El poema permanece a la espera de algo que no sucede, quizás el génesis, el mismo acto creador, lo que aclara la presencia del acto poético. Queda demostrada así la sensibilidad de la poeta más no su capacidad de erigir estructuras significativas, lo cual revela inconvenientes de composición y configuración global de la obra. Problemas de elaboración y de coherencia salen a la superficie de la creación.

La forma, ingenua e inestable, no llega a brindar la plenitud del sentido poético y la poesía, de esta manera, queda relegada a los oficios de un arte menor.

                                                                                 



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