jueves, 2 de agosto de 2007

LA FILOSOFÍA COMO REVELACIÓN POÉTICA / Gabriel Arturo Castro



Por: Gabriel Arturo Castro

La contribución de María Zambrano al pensamiento y ensayo universal es fundamental. Influida por Ortega y Gasset y su vitalismo, donde lo esencial del ser es la vida (interpretada ésta como confluencia dinámica del ser ontológico y su situación histórica), que necesariamente coexiste con la razón vital, aplicada no sólo al ser sino al devenir.

Exiliada tras la Guerra Civil Española hasta 1984, Premio Cervantes de las Letras, colaboradora entre otras importantes publicaciones de la legendaria revista Orígenes, dirigida por José Lezama Lima, Zambrano es autora de libros como Filosofía y Poesía, La España de Galdós, Los intelectuales en el drama de España, Claros del bosque, Persona y democracia, El hombre y lo divino, Los sueños y el tiempo, Pensamiento y poesía en la vida española, El sueño creador, Los bienaventurados y La tumba de Antígona.


María Zambrano hace parte de ese pequeño contingente que enfrentó las insuficiencias heredadas de la Ilustración en el siglo XX, es decir, el optimismo radical en el poder de la razón y en la posibilidad de reorganizar la sociedad a base de principios racionales (expresión del despotismo, de la alta burguesía y de la pequeña aristocracia, cuya supremacía social trató de fundamentar). Junto a ella estarían los lúcidos nombres de Walter Benjamín, Hermann Broch, Ludwing Wittgenstein, Franz Rosenzweig, Hermann Cohen y Stefan Zweig.


Después del nacimiento de María Zambrano (Vélez, Málaga, 1907), sobreviene la Primera Guerra Mundial, la revolución mexicana de 1910 y la soviética de 1917. España pierde las últimas colonias americanas y asiáticas. La Generación del 98 se encarga de esclarecer y proponer una nueva visión del mundo. La Generación del 27 eleva la poesía a la máxima expresión de los nuevos tiempos. El 14 de abril de 1931 se proclama la República española, uno de los acontecimientos mayores del siglo XX.

La Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial serán el principio del desencanto y el origen de nuevas posiciones filosóficas. El desconcierto se instaura a partir de la caída de ciertos gobiernos comunistas y el surgimiento de dos instancias poderosas: el concepto de globalización y el avasallador dominio de los medios de comunicación que cambian radicalmente la visión del mundo. Se impone la realidad virtual, los sentidos se desplazan, predomina la falsa imagen, la publicidad y por supuesto, la coacción de la libertad.


Entonces, para María Zambrano toda la historia de Occidente debe ser entendida como una historia sacrificial. Más que crisis lo que resalta es la orfandad. “Oscuros dioses han tomado el lugar de la luminosa claridad” y ésta última es la que hay que rescatar, por encima de la destrucción, el desborde de pasiones, de fanatismos, genocidios y la nueva esclavitud.


Pero si hubo iluminados que señalaron a tiempo los desvíos, las incongruencias. Lo que no había (y no hay) son receptores dispuestos a corregir las desviaciones. Un “nuevo pensamiento” surgió y propuso otra manera de entender la realidad distinta a la de Occidente y por Occidente fueron condenados. Entre otros fundamentales asuntos, señalaron las insuficiencias del proyecto ilustrado, como la ausencia de diferencia como parte de la identidad y la marginalidad como parte del todo, y la necesidad de invertir la fórmula de Descartes: ser antes que pensar.

El centro de la creación está afincado en la tierra y en la realidad. Incluso, lo sagrado se concibe como percepción sensorial. El racionalismo de herencia griega, por lo tanto, no afecta la cultura española, porque por fortuna el mundo es unainstancia que no ha sido reducida y es un lugar para vivir inmerso en él y jamás será una instancia racional. Fenómeno que conduce a un sentimiento fundamental de la vida española, el de la melancolía. No la melancolía dubitativa o paralizante, sino “una forma de sentir la vida, de sentirla ante todo como tiempo irreversible”, según María Zambrano.


Por supuesto, a lo largo de tres siglos la vía racional, hegemónica, del conocimiento no brindó el resultado esperado, ya que propició el abandono del ser y su dedicación exclusiva al pensamiento apartado del destino del hombre.


Zambrano le apuesta a la revelación como la “búsqueda de fuentes diferentes, marginales y de una instantánea lucidez”. Para comprender la vida y su esencia es necesario el acercamiento a otras expresiones humanísticas, por ejemplo, la teología en Walter Benjamín o la poesía en Zambrano. La poesía implica, desde la concepción de la española, descubrir los velos que cubren los objetos, los hechos, los fenómenos, derribar máscaras el olvido. Es una continua desvelación, igual que la historia de la humanidad.

El poeta y el filósofo luchan contra la conformidad de la muerte, la oscura raíz del olvido, la sombra de la memoria fragmentada. Coincide aquí Zambrano con Heidegger en su libro ¿Para qué ser poeta?, donde, en palabras del profesor Jaime Carbonell Parra:


Heidegger alienta a los pensadores a escuchar la voz de los poetas. Sobre todo, de aquellos poetas que han creado una poesía esencial. Proximidad entre poetizar y pensar. Preocupación que le acompañó hasta sus reflexiones finales donde insistía en el paralelismo de filosofía y poesía, pues ambas dicen lo mismo. Todo pensar, hasta el más riguroso y prosaico, según Heidegger, es arte poética. Y la razón de su vecindad reside en que el nombrar del poeta y el decir del pensador –un decir que a su vez es un Danken, dar gracias- se originan en el mismo sitio, coinciden en la misma obligatoria preocupación por la palabra.


Una de las maneras de renovar las artes y las humanidades, sobre todo en los siglos XIX y XX, fue la de actualizar antiguos mitos (aunque María Zambrano reflexionó acerca de muchos mitos: Antígona, Job, veamos algo de Orfeo). Orfeo siempre será una figura central, piedra de toque. La ambigüedad de su leyenda, la significación para la filosofía, la simbología poética, el entrelazamiento con las varias artes, la metáfora vida-amor-muerte, el viaje oculto e infernal, son apenas algunos elementos de su posibilidad interpretativa.


A partir del romanticismo y de los movimientos de vanguardia de principios del siglo XX, se recupera como fuente de infinitas variaciones. Se relaciona con estéticas renovadoras como la poética de Rilke, la pintura de Kandisky o la música de Debussy, sólo por mencionar tres altísimas creaciones (la idea de que el universo es un espejo que refleja las lucubraciones de la mente humana y como tal establece un todo unitario entre las distintas artes. El antiguo ideal de reunir de nuevo las artes en una unidad indisoluble está latente en esta evocación órfica).

Para María Zambrano Orfeo es el punto de inserción entre lo humano y lo divino. En torno al eje del tiempo, el orfismo metaforiza la angustia humana de un Cronos primario y devorador, pero también el tiempo y la música divina, ya que el concierto representa la suma del arte órfico: “Parte del conjunto de notas de la afinación del instrumento para el cual está escrito. El lamento de Orfeo debió sonar en las notas fundamentales de la voz humana, en la más pura y simple forma matemática: el número sagrado inicial del canto”.


“La música sostiene sobre el abismo a la palabra”, expresa María Zambrano. Tal vez porque la música surge del abismo, por ser laexpresión matemática de los abismos del tiempo, el invisible espacio temporal donde vibra en ritmo y melodía el oscuro indescifrable, indefinido tiempo que nos lleva, que nos hiere, que nos mata. Y que nos arrebata hacia ondas de fuerza y luz, inefables, como si el puro sonar estableciese las más singular y esencial combinatoria en que confluyen todos los sentidos con el más íntimo y aflorado latido de los mundos. Hondas, altas cavernas del sentido del contacto musical al que asciende, aflora y se entrega desde sus raíces nuestro pobre, desvalido corazón, hasta alcanzar en ellas un instante de pura luz, en la cripta de la noche transfigurada y el silencio al que toda música lleva, donde acaba el ruido, el óxido de la banalidad; donde comienza la soledad sonora, la música callada, la elocuencia sin palabras. La música y el tiempo, y su roce adivinatorio, el logro de la intimidad luminosa perdida, diría Zambrano, la actualización de la verdadera poesía y la música, la unidad inviolada de nuestro ser, de lo que habrá de nacer a través del sueño, del soñar perpetuo, de la conjunción del pasado con el futuro:


Hay que permitir a la claridad que circule, ella, en el sujeto, pues que solamente así el sujeto trascenderá, él mismo, encontrándose en una órbita que nos salva de todo absolutismo del ser y de todo sumergirse en la nada. Es la órbita del amor que es al par pensamiento, la órbita en que circula libre de error, de temor, y hasta de esperanza.


A partir de la noción filosófica de María Zambrano, el futuro es uno de los tiempos del soñar. Soñar es una anticipación profética y por lo tanto, poética, el deseo que potencialmente puede hacerse realidad a través de la acción de la palabra.

Al soñar, quien hace poesía, realiza un viaje interior, se exilia por medio de la intuición, la meditación, la búsqueda de las causas, la interrogación del mundo. El eje de la creación poética es el rastreo de la esencia y la renuncia a la anécdota. El discurso poético propone una visión del mundo más fresca y original para entender la existencia, dado que no establece dogmas ni métodos en su acercamiento al vivir y al pensar. Aproximación que incluye todo lo excluido por otros sistemas, sean estos imperativos, fanáticos o fundamentalistas: los sueños, el juego, el canto, el habla, el gesto espontáneo, el amor.


La poesía es, entonces, una forma del conocimiento, una manera libre que no pretende reducir al mundo a un simple objeto de análisis racional, pues “el centro de la creación está afincado en la tierra y en la realidad”. Lo sagrado se impone al racionalismo. Lo que le importa a Zambrano son “los problemas vivientes”, no teóricas definiciones, según sus propias palabras. “Es siempre sin abstracción, es siempre sin fundamentación, sin principios, como nuestra más honda verdad se revela. No por la pura razón, sino por la razón poética”, enfatiza nuestra escritora.

Dos imágenes: “castillo de razones” y “sueño de inocencia”, hacen crecer las dos ramas de su árbol de la sabiduría: pensamiento y poética. El castillo se forma de cámaras y pasadizos por la arquitectura de la razón. Del sueñoy de la inocencia se deriva la creación poética. Así es como se erige la obra de María Zambrano. Con pilares de piedra, mosaicos de sueño y una primera visión de todas las cosas. Inserta, dentro de la reflexión filosófica, la pasión de la poesía. O enla poesía, la serenidad de la filosofía. Su lenguajeconvierte el método en ritmo metafórico. Su juicio crítico, siempre entre lo humano y lo divino, posee la magia del hallazgo creativo.

La razón aristotélica intentó triunfar sobre el universo órfico y pitagórico, procuró que la civilización occidental condenara a la poesía, abrigarla bajo su frío logos, sin percatarse que la poesía es irreductible, autónoma, múltiple. La filosofía tradicional nunca pudo contenerla, ni definirla. La maldición platónica la señaló como mentirosa, cercana al delirio, a la embriaguez, al infierno, injusta y antigua condena.


Pese a todo ello, la poesía “con más fuerza que el pensamiento, ha sabido, hasta ahora, sacar virtud de su flaqueza; su existencia de su contradicción, de su pecado”, de acuerdo con la sentencia de Zambrano.


De tal modo que con el paso del tiempo existe la unión de poesía, religión y filosofía: el hombre se libera, descubre que el acto creador es un evento de naturaleza espiritual y estético; surge el arte como oficio revelador y emancipador:


Vivir humanamente es tener que elegir entre las circunstancias, dice Ortega y Gasset, al anunciar la Razón Vital, más hay una elección previa, decisiva entre todas: la que se hace de sí mismo. Siempre he entendido la afortunada fórmula de Ortega: “Somos necesariamente libres”, como equivalente a ésta: “Somos necesariamente persona”. El ser libre hace coincidir el serlo con la voluntad. Así se actualiza la libertad, la común, la propia.


Ahora el poeta reflexiona también, crea su ética y teoría propias. Siguiendo la enseñanza de María Zambrano, la filosofía representa el sentido verdadero de la historia y la poesía expresa lo que el hombre es, la cualidad de su existencia. Y uno de los sentidos de la Historia, captado por nuestra autora, fue la noción esencial de exilio. Tan sólo en el exilio interior (inxilio) y en el exterior (auto exilio o exilio forzado), la escritura torna un acto de claridad y de liberación, donde las más profundas preocupaciones salen a la luz y encuentran un modo de expresión.


El exilio es un fenómeno consustancial con el ser humano. Desde el primer exilio, que fue de carácter divino, la expulsión del Edén, hasta todos los que le siguieron, de carácter histórico y político, han sido la piedra de toque de pueblos y personas. Se ha considerado como un castigo más cruel que la prisión o la muerte. Ha acentuado la temporalidad del hombre a negarle un espacio propio.


Adán y Eva adquieren la muerte al perder el Paraíso. Quien sale al exilio sale en busca de una muerte sin tierra. La condena es el eterno vagabundeo y la conciencia precisa del paso del tiempo, a la vez adquiere una esperanza inviolable, el anhelo del retorno.

De acuerdo con María Zambrano, el exilio adquiere un sello de bienaventurado. Bienaventurado el que se debate en la inmensidad del exilio y en la inmensidad de la vida, sin hallar un lugar donde descansar.


De lo que se trata, entonces, es de llenar el tiempo, un tiempo que no vale, en un espacio ajeno, pare recuperar el verdadero tiempo y el verdadero espacio, Y he aquí que la manera perfecta de llenar ese tiempo y ese espacio es la preservación de la memoria. Y quienes son especialistas en lo anterior, el filósofo y el poeta, se dan la mano.

Complicidad, alianza, unión viable que la llevar a preguntar finalmente: “¿No será posible que algún día afortunado la poesía recoja lo que la filosofía sabe, todo lo que aprendió en su alejamiento y en su duda, para fijar lúcidamente y para todos su sueño”.

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