lunes, 13 de julio de 2015

Hotel Insomnia, 1992. Poemas de Charles Simic




La silla


Esta silla fue una vez alumna de Euclides.

El libro de sus leyes reposa sobre su asiento.
Las ventanas de la escuela estaban abiertas,
De suerte que el viento volteaba las páginas
Susurando las gloriosas pruebas.

El sol se puso sobre los dorados tejados.
Por todas partes las sombras se alargaron,
Pero Euclides no dijo nada de eso.



Guante perdido


He aquí un guante negro de mujer.
Debe haber significado algo.
Un considerado extraño lo dejó
sobre el buzón rojo de la esquina.

Por tres días el cielo estuvo agitado,
luego, hoy día, cayeron algunos copos de nieve
sobre el guante que alguien,
en el intertanto, había dado vuelta,
de modo que sus dedos podían cerrarse

un poco... sin formar un puño todavía.
Yo, en tanto, esperé, con la noche que venía.
Algo me dijo que no me moviera.
Aquí donde las llamas se alzan de los tarros de basura,
y los sin casa duermen de pie.


Primavera


Esto es lo que vi: nieve vieja en el suelo,
tres mirlos acicalándose,
y mi vecina que salió en camisa de dormir
a tender en la cuerda las camisas de su marido.

El viento matutino hacía difícil engancharlas,
levantó el vestido tan por encima de sus rodillas
que tuvo que dejar de hacer lo que estaba haciendo
y dio una buena carcajada mientras se cubría.



Escena callejera


Un muchachito ciego
con un letrero de papel
prendido en su pecho.
Demasiado pequeño para estar fuera
mendigando solo,
pero allí estaba.

Este extraño siglo
con sus matanzas de inocentes,
su vuelo a la luna,
y ahora él aguardándome
en una ciudad extraña,
en una calle donde me perdí.

Al oírme aproximar,
se sacó un juguete de goma
de la boca
como para decir algo,
pero no lo hizo.

Era una cabeza, la cabeza de un muñeco,
muy mordisqueado,
la levantó para que la viera.
Los dos sonrieron con una mueca.



Pirámides y esfinges


Hay una calle en París
llamada rue des Pyramides.
Una vez me imaginé que estaba llena
de arena y pirámides.

El domingo que fui allí a cerciorarme,
una pobre anciana que cojeaba
chocó conmigo sin verme.
Podría haber sido una egipcia
por su avanzada edad.

Apoyándose en un bastón y a prisa
pasó por las fachadas de las tiendas cerradas
como si hubiera un desfile en alguna parte,
o una ejecución para ver,
¡una cabeza ensangrentada sujeta por el pelo!

El día era frío. Ella pronto desapareció,
mientras yo examinaba un letrero de circo medio despegado
bajo el cual había otro
con la cabeza de una esfinge que me miraba.




La araña ausente


He aquí su tela, pero nunca vi una araña allí,
excepto una falsa, ésas hechas de goma
que se venden el fondo de una tienda
con adornos para peceras y juguetes para la bañera.

Queríamos una araña para asustar a Mary,
pero en cambio le compramos una serpiente de cascabel.
Se veía real. Se veía absolutamente mortal
con su lengua bífida saliente.

Ella gritó. No pensó que fuera divertido.
Su hermano lanzó la culebra a lo alto.
Se enrollaba y desenrrollaba como si tratara de volar.
Un árbol la enganchó. Le lanzamos piedras pero sin resultado.

Cuando llegó el invierno y el árbol perdió sus hojas
vmos la culebra agitándose en la rama
como si tuviera frío. La araña estaba
               donde estaba
atrás en la tienda.

Era negra. Incluso sus ojos lo eran.
La tienda no tenía clientes para Navidad.
Los cientos de muñecas baratas en los estantes
precían asombradas, rosadas y desnudas más
               allá de lo creíble.




Hotel Cielo Estrellado


Millones de cuartos vacíos con televisores encendidos.
No estaba yo ahí aún, pero vi todo.
El Titanic en la pantalla como un
               pastel de cumpleaños hundiéndose.
Poseidón, el recepcionista nocturno, apagó las velas.

¿Cuánta propina deberíamos dar al botones ciego?
A las tres de la mañana la máquina vende-chicles
               en el lobby vacío
con su espejo recién trizado
es la nueva Madonna con su niño.



El Tigre

En memoria de George Oppen

En San Francisco, ese invierno,
había una pequeña y oscura tienda
llena de Budas somnolientos.
La tarde que entré
nadie vino a saludarme.
Estaba parado entre los sabios
como si tratara de leer sus pensamientos.

Uno era enorme y hecho de piedra,
unos pocos eran del tamaño de la cabeza de un niño
y tenían manchas de color sangre seca.
Incluso había otros no más grandes que un ratón,
y parecían estar escuchando.

"Los vientos de marzo, vientos negros,
los arenosos vientos", escribió el poeta muerto.

Al ocaso su calle estaba vacía
excepto por mi larga sombra
abierta ante mí como tijeras.
Su casa estaba donde yo conté la historia
del soldado ruso,
ése que parecía chino.

Yacía herido en la cama de mi padre,
y yo le llevaba agua y fósforos.

A cambio de eso me dio un pequeño tigre
de marfil. Su hocico estaba abierto de cólera,
pero no tenía rayas.

Hubo una noche en que yo pinté
sus ojos de negro, su lengua de rojo.
Mi madre sostenía la lámpara para mí,
preocupada por el tipo de suerte
que esta bestia podría traernos.

El tigre en mi mano rugió suavemente
cuando estábamos solos en la oscuridad,
pero cuando puse mi oreja en la puerta del poeta
esa tarde, no escuché nada.

"Los vientos de marzo, vientos negros,
los vientos arenosos", escribió una vez.




lunes, 25 de mayo de 2015

CÓMO ESCRIBIR POESÍA, Lecciones de Wislawa Szymborska




Durante tres décadas, Wislawa Szymborska escribió una columna en el periodico polaco Vida Literaria. En ella respondía las preguntas de personas interesadas en escribir versos. Esta selección es una muestra de esta paciente y prolongada pedagogía poética.  

Traducción de Cristina Esguerra para el malpensante

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Para Heliodor, de Przemysl
Escribes: “Sé que mis poemas tienen muchos errores, ¿y qué con eso? No voy a parar a corregirlos”. ¿Y por qué no, querido Heliodor? ¿Será que para ti la poesía es sagrada? ¿O tal vez la consideras algo insignificante? Ambos modos de acercarse a ella son errados, y lo peor es que liberan al neófito de la necesidad de trabajar en sus versos. Es gratificante y placentero decir a nuestros conocidos que el espíritu se apoderó de nosotros el viernes a las 2:45 p.m. y comenzó a susurrarnos misteriosos secretos al oído. Lo hizo con tal vehemencia que escasamente tuvimos tiempo de anotarlos. Pero en casa, a puerta cerrada, corregimos con ahínco. Tachamos y revisamos esas expresiones que parecen de otro mundo. Los espíritus son una maravilla, pero hasta la poesía tiene su lado prosaico.

Para H. O., de Poznan, un posible traductor
El traductor no está obligado a serle fiel al texto únicamente. Debe dejar ver la belleza de la poesía conservando su forma y reteniendo, en la medida de lo posible, el estilo y el espíritu de la época.

Para Grazyna, de Starachowice
Quitémosnos las alas y tratemos de escribir con los pies sobre la tierra, ¿sí?

Para el señor G. Kr., de Varsovia
Necesitas un bolígrafo nuevo. El que tienes comete muchos errores. Debe ser extranjero.

Para Pegaso, de Niepolomice
En rima, preguntas si la vida tiene centavos. Mi diccionario responde que no.

Para el señor K. K., de Bytom
Utilizas el verso libre como si su libertad fuera absoluta. Pero la poesía (a pesar de lo que pueda decirse) es, era y será un juego. Y, como todos los niños saben, los juegos tienen reglas. ¿Por qué lo olvidan los adultos?

Para Putzka, de Radom
El aburrimiento debe ser descrito con gusto. ¿Cuántas cosas están ocurriendo en un día en el que no pasa nada?

Para Boleslaw L-k, de Varsovia
Tus dolores existenciales te vienen con demasiada facilidad. Ya hemos padecido suficiente desesperanza y nos hemos adentrado en las sombrías profundidades demasiadas veces. “Los pensamientos profundos –dice mi querido Thomas (Mann, por supuesto, ¿de cuál otro podría tratarse?)– deben hacernos sonreír”. Leyendo tu poema “Océano” nos descubrimos forcejando en un pozo poco profundo. Concibe tu vida como una aventura extraordinaria que te ha acontecido. Por el momento ése es nuestro único consejo.

Para Marek, también de Varsovia
Tenemos por fundamento la creencia de que todos los poemas que versan sobre la primavera quedan automáticamente descalificados. El tema ha dejado de existir en la poesía. Por supuesto, continúa desarrollándose como parte de la vida. Pero se trata de dos asuntos distintos.

Para B. L., de los alrededores de Breslavia
El miedo al discurso preciso, el esfuerzo constante por convertir todo en una metáfora, la inagotable necesidad de que en cada línea se demuestre que eres un poeta: éstas son ansiedades que acosan a todo poeta en formación. Pero pueden curarse si se descubren a tiempo.

Para Zb. K., de Poznan
A lo largo de su vida la mayoría de los poetas no han utilizado tantas palabras majestuosas como las que has apiñado en tres cortos poemas. “Patria”, “verdad”, “libertad”, “justicia”. Ese tipo de palabras no deben tomarse a la ligera. Sangre de verdad las recorre y la tinta no puede reemplazarla.

Para Michal, en Nowy Targ
Rilke advirtió a los jóvenes poetas que los temas majestuosos son difíciles y exigen una gran madurez artística. Les aconsejó escribir sobre lo que observan en torno a ellos y cómo viven cada día; sobre lo que se ha perdido y lo que se ha encontrado. Los animaba a utilizar lo que estaba a su alrededor como herramienta para desarrollar su arte; imágenes de los sueños, objetos del recuerdo. “Si la vida diaria te parece pobre –escribió–, no la culpes. La culpa es tuya. No eres tan buen poeta como para percatarte de su riqueza”. Este consejo te puede parecer superfluo y estúpido. Por eso sustentamos nuestro argumento con uno de los poetas más esotéricos del mundo de la literatura. ¡Observa cómo alaba las cosas ordinarias!

Para Ula, de Sopot
Definir la poesía en una frase... ¡vaya! Conocemos por lo menos quinientas definiciones, pero ninguna nos parece lo suficientemente precisa y abarcadora a la vez. Cada una expresa el sabor de su época. Un escepticismo de nacimiento nos impide dar una definición propia. Pero recordamos un hermoso aforismo de Carl Sandburg: “La poesía es el diario escrito por una criatura del mar, que vive en la tierra y desea volar”. ¿Será que él lo escribirá un día de estos?

Para L-k, de Slupsk
Requerimos más de un poeta que se compara con Ícaro que lo que el largo poema cifrado nos revela. Señor L-k, usted no cuenta con que el Ícaro de hoy en día tiene que elevarse sobre un paisaje distinto al de la antigüedad. Ve autopistas repletas de carros y camiones, aeropuertos, pasarelas, grandes ciudades, puertos modernos y costosos y demás cosas por el estilo. ¿No le pasaría por el lado un jet de vez en cuando?

Para T. W., de Cracovia
En el colegio no se pierde tiempo en un análisis estético de las obras literarias. Las temáticas centrales se estudian junto con el contexto histórico. Ese tipo de conocimiento es crucial pero no será suficiente para quien desee convertirse en un lector independiente, bueno; y menos aún para alguien con ambiciones creativas. Nuestros jóvenes corresponsales a menudo se sorprenden de que sus poemas sobre la reconstrucción de Varsovia después de la guerra, o acerca de las tragedias vividas en Vietnam, no sean lo suficientemente buenos. Están convencidos de que una intención honorable puede pasar por encima de la forma. Si quieres ser un buen zapatero no basta que te entusiasme el pie humano. Tienes que conocer tu material, tus herramientas, escoger el modelo correcto. Con la creación artística ocurre lo mismo.

Para el señor Br. K, de Laski
Tus poemas en prosa están impregnados de la figura del Gran Poeta que escribe sus extraordinarias obras llevado por la euforia del alcohol. Podríamos adivinar cuál es el personaje que tienes en mente, pero los apellidos no son el tema que nos ocupa en este último análisis. Nuestro interés se centra en la errada convicción de que el alcohol facilita el ejercicio de la escritura, envalentona la imaginación, agudiza el ingenio y realza otras funciones que entusiasman al espíritu bardo. Mi querido señor K, ni esta poeta, ni ninguno de los que conocemos y con seguridad tampoco los que nos son desconocidos, han escrito jamás algo de valor bajo la influencia del alcohol. Toda buena obra surge de un trabajo minucioso llevado a cabo en medio de los dolores de la sobriedad y sin ningún zumbido placentero rondando en la cabeza. “Siempre he tenido ideas, pero después del vodka me duele la cabeza”, dijo Wyspianski. Si un poeta consume alcohol, es entre un poema y el otro. Ésta es la cruda realidad. Si el alcohol promoviera la buena poesía, entonces cada tercer ciudadano de este país sería por lo menos un Hortensio. Nos vemos forzados a rebatir otra leyenda más. Esperamos que emerjas ileso de entre las ruinas.

Para E. L., en Varsovia
Quizá puedas aprender a amar en la prosa.

Para Esko, de Sieradz
La juventud es un período interesante en la vida de una persona. Si a las dificultades de la juventud les sumas la ambición de escribir, hay que tener un carácter fuerte para sobrellevar el estrés. Tener cualidades como la perseverancia, la rapidez, poseer un amplio bagaje literario, ser curioso y mirar con atención. Hay que saber tomar distancia de uno mismo, ser capaz de sentir el dolor ajeno, tener una mente crítica, sentido del humor y la irrompible convicción de que el mundo se merece: a) seguir existiendo, y b) más suerte de la que ha tenido hasta ahora. Los poemas que nos has mandado dejan ver un deseo por escribir pero no alguna de las cualidades antes mencionadas. Tienes bastante trabajo por delante.

Para Kali, de Lodz
“Por qué” es la combinación de palabras más importante en cualquiera de los idiomas de este planeta y es probable que ocurra lo mismo en las otras galaxias.

Para el señor Pal-Zet, de Skarzysko-Kamieanna
Los poemas que has enviado sugieren que no has logrado percibir una diferencia fundamental entre la poesía y la prosa. Por ejemplo, el poema titulado “Aquí” es meramente una descripción en prosa de un cuarto y sus muebles. En prosa una descripción así sirve a una función específica: presenta el escenario de la acción que viene. En un momento la puerta se abrirá, alguien entrará y algo pasará. En la poesía la descripción misma debe “suceder”. Todo se vuelve significativo, la elección de las imágenes, su disposición, la forma que toma en las palabras. La descripción de un cuarto ordinario debe aparecer ante tus ojos como el descubrimiento de ese cuarto, y la emoción contenida en esa descripción debe ser compartida por los lectores. De otra manera, la prosa se queda prosa, aunque te esfuerces en cortar oraciones en columnas de verso. Y lo que es peor, nada pasa.

¿Cómo se lee un poema? / Hugo Padeletti

Pido perdón por estas tres hojitas que voy a leer. Sé que la expresión improvisada es más vívida, aunque menos exacta, pero en est...