La
creación de este libro es una aproximación hermenéutica para exhibir otro modo
de acceso a los oscuros y ocultos sentidos, no entendidos ni percibidos con los
acostumbrados análisis académicos de la forma material en sus segmentaciones y distribuciones de
versificación rítmica; o de los comentarios inmanentistas y sincrónicos de los
temas ajenos a la condición del autor. Es acercamiento a un pensamiento lírico
pero sin seguir los postulados de los análisis tradicionales de descomposición
y abstracción con generalizaciones postuladas como las explicaciones más
profundas de las obras literarias.
Cuenta el
autor con un ámbito poético apropiado que en una extensión importante se
comparte y sirve a la interpretación de la visión profunda del poeta acerca de
su existencia y seguramente del resto de los seres humanos.
Me siento
muy cercano a la vía escogida por Gabriel Arturo: la de dialogar con el autor a
través de sus enunciados poéticos. Y como lo he repetido a mis estudiantes de
literatura, para entender y dialogar con la obra literaria, para explicarla en
una tarea académica, se requiere vivir sintiendo el dominio del autor y el
ámbito literario, origen de la obra. Son estos los instantes iluminadores y
creadores por la escritura de los versos. Ella misma es parte del acontecer que
permanece y se innova en los encuentros con cada uno de sus lectores. La
escritura, como acto de articulación de significantes en un orden desde la
perspectiva poética del autor; no es el comienzo ni el fin de la creación
artística, solamente una incursión en la trascendencia del mismo autor en la
obra; es la esperanza, no de agotar los sentidos de la obra pero sí de andar
rutas para encontrarse con el autor en el texto.
Gabriel
Arturo está apoyado del mejor dispositivo e inspiración poética con sus
creaciones y su gran imaginación de poeta realizado para encontrarse con Rojas
Herazo en sus textos líricos. Solamente algunos ejemplos bastarán para
demostrarlo:
“El mar en
la Mejilla como un símbolo”, ha sido su selección poética para explicar la
significación metafórica de que “el mar habita en el rostro de alguien”, por el
bellísimo juego de imágenes del amor que florece y envejece en las imágenes del
mar. Y las afirmaciones de que la metáfora es el fin de la mímesis, “ilusión
contra la representación-objetivización-racionalización del mundo”,”
“recreación de la sensibilidad perversa”, “el silencio y la profecía propio de
lo inefable”, muestran la liberación del poeta de los sentidos petrificados de
las palabras para juntarlos con sus visiones y sentires en el encuentro con sus
mundos vitales.
Brotan
así, los enunciados de Gabriel Arturo sobre la metaforización. Aquí la metáfora
se ha vuelto un ciclón que arrastra los desechos de sentidos muertos de las
palabras aisladas para ubicarlos en otras miradas que sienten el mundo en la
autenticidad del poeta. La metáfora es soñar con palabras: “El anhelo de otro
estado del mundo, la fundación, exploración y revelación personal de uno de
ellos”. Imágenes mezcladas de sabor del Caribe, y de juventud ida por el peso y
el paso de los años que van mostrando sus rastros.
De la
metáfora, Gabriel Arturo, rastrea en la poesía de Rojas Herazo, una
significación nueva, no resultado de la palabra aislada que sustituye; es, más
bien, significación como proceso de autorepresentación indefinida de su
trayectoria vital. La metáfora es la poética buscando sentido totalizante pero
ilimitado: actitud visualizada del ser referido.
Hablando
en otro de los ensayos de la alteridad poética, Castro en su indagación, muestra
a interlocutor, a un sentido colectivo en el que incluyen, el lector, los otros
y hasta el mismo poeta: “Recuérdalo bien hermano mío, sólo hablaré de ti”.
Versos
que, como lo escribe Borges al enunciar al otro, reconoce su alter ego, su
misma persona que se desdobla para reconocerse como otro, el mismo poeta.
Juicio del otro y reconocimiento en sí mismo que trasciende el valor retórico
del “tu” convertido en todos nosotros. Para Castro, al ubicar estos versos en
una poética del otro, siente que en la poesía de Rojas Herazo se vive en un
“teatro de voces, porque está construida a partir del tu poético, monólogo
dramático donde surge el diálogo, el escenario en donde se proyecta su
experiencia. Y entonces, “proyecta desde su yo, hacia afuera, su ánimo, impulso
y sensaciones, y a la vez, se encuentra con las manifestaciones de otros
individuos con quienes inicia una vivencia y convivencias únicas”.
Resta
aclarar que el “tu” de los poemas no es una indicación del lector, no tiene un
valor ni pragmático ni retórico. Es un “tu” como un “yo” del mismo poeta que lo
trascienden y remiten a un nosotros, los seres humanos, inclusive sus lectores.
La lectura
de la originalidad y autenticidad en el uso del lenguaje que Gabriel Arturo
presenta en el ensayo “El lenguaje y el mundo de Héctor Rojas Herazo”, es la
culminación de su insistencia en demostrar la autenticidad y original visión de
su ser y el de los otros, y del sometimiento del lenguaje a sus deseos poéticos
despojando a las palabras de los palabra. Aunque se suele afirmar que la
palabra poética es desvío de la palabra normal que acude en auxilio del poeta
para denominar lo innombrable; más bien, ellas hacen parte de expresiones
simples o complejas, no como sustitución
sino como parte de una totalidad semántico expresiva de la imagen total del
poema, como pieza discursiva de la expresividad íntima del poeta. Son
expresiones propias del ámbito poético,
comparable al lenguaje de la cotidianidad. En el lenguaje, nada es desvío de
nada. Lo inefable, es un sentir del
otro, del lector, no del poeta. El poeta construye y dice su propio mundo con
la más bella propiedad, aunque se pueda sentir
irrealizado. Las palabras son partes importantes de los versos como
significantes pero los sentidos surgen de la totalidad. Totalidad discursiva
construida por el poeta en la interpretación de sus mundos, pero dispuesta
también a la interpretación de sus profanadores lectores.
En los
versos: “Heme aquí con mis días /, mis semanas, mis meses, metidos en cintura”,
la condición de poner en cintura las semanas, los meses y los días no es un
desvío de una palabra, es la necesidad de conformar la imagen del recuerdo y de
la tensión en que se ponen los tiempos del poeta, y como dice Gabriel Arturo:
“La poesía responde a una profunda vivencia del individuo y el poema será una
forma sentida y material”.
Resalto el
presente ensayo del autor por la capacidad de diálogo con el gran poeta Héctor
Rojas Herazo, para mostrarnos en el libro los sentidos resultantes del
encuentro de dos experiencias poéticas que no renuncian a su originalidad
aleatoria y sinuosa con la cual el crítico se adentra en los significados del
transcurrir de la fuerza vital en la que transcurrimos los seres humanos con un
“verbo colmado, orgánico, totalizante y trascendente” y afirmar de sus versos
que son la exclamación “de su legítima condición humana, el dolor de la
existencia, la embestida diaria de la muerte, la memoria angustiada del hombre
común y corriente que transita por las tierras, que se desgarra y resiste a
pesar del tiempo” Enunciados con los que se valora la potencialización de la
palabra de la poesía de Rojas Herazo, sin que sean conceptualizaciones o
explicaciones objetivas, sino la vivencia compartida en imágenes de la propia
existencia del poeta.
Gabriel
Arturo en la originalidad de su voz demuestra que lo mínimo requerido para ser
original es reconocer que su propia voz está articulada de otras voces.
Para
fortalecer su lectura poética este pensador acoge las voces de tantos autores
valiosos, además de los recuerdos y experiencia vivida por Rojas Herazo en el
Caribe: Bataille, Blanchot, Caballero de la Hoz, Sloterdijk, Bousoño, Fernando
Charry Lara, Henry Luque Muñoz, Jorge Larrosa, Guillermo Sucre, y tantos otros,
quienes enriquecen el contenido del ensayo crítico, pero no impiden crear
límites al dominio de saberes del autor.
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