Escritor, médico y docente
El Judío de Ulm
"El seis de noviembre de 1941, a las nueve y treinta de la noche, el joven judío Hanz Fritsch, estudiante de matemáticas en la universidad de Ulm, fue atrapado porlos servicios de inteligencia de la Gestapo en el sótano de una casa ubicada en las inmediaciones del río Danubio. Huérfano de padre y madre desde los catorce años, heredó, como hijo único, una considerable fortuna forjada por su abuelo paterno, quien fue el fundador de una prestigiosa industria de sofisticadas lentes para telescopios de observatorios astronómicos".
Así empieza uno de los cuentos que hacen parte del pequeño libro del médico y escritor manizaleño Olrando Mejía Rivera; circula por estos días entre sus amigos y cercanos, con nota al respaldo del escritor René Rebetez. Conformado por ocho cuentos breves y editado por la Universidad de Caldas, el texto se presta para la lectura ágil, mientras se va en el bus o mientras se aguarda turno en las salas de espera de los bancos o de las empresas de servicios públicos.
Quizás sea esta la forma en que debiera circular la literatura en tiempos de globalización, cuando la prisa y el vértigo surgen como obstáculos para la reflexión o para la contemplación. De allí que lo breve aparezca siempre como un elemento atractivo y que gana fuerza, sobre todo cuando las grandes editoriales siguen subestimando la publicación de libros de cuentos y apostándole sólo a aquello que garantice beneficios económicos, no necesariamente lo mejor.
Ya lo dijo Chéjov (¿?) : "La brevedad es hermana del talento." Mejía Rivera pareciera apostarle a los textos breves. A diferencia de sus reflexiones en el plano académico, los textos narrativos de este autor caldense apuntan hacia eso que él llama Nouvelle(tta) (espero haberlo escrito correctamente). Se acerca así a las mismas ideas de Lauro Zavala, el escritor mexicano.
Pero, como no aspiro a ser recensionista, dejo iniciado otro cuento, el que le dá título al libro completo: El asunto García:
"El 15 de febrero tomé el tranvía en la plaza de Bolivar con un libro de poesías de Góngora que me había prestado mi amigo Domingo; eran como las tres de la tarde y hacía frío, yo disfrutaba de la ironía de los versos "Cada uno estornuda/como Dios le ayuda", cuando vi entrar por la puerta principal a un fauno vestido de levita negra, con sombrero de copa, pero al cual se le veían los cascos lustrosos por debajo del pantalón, los cachos elevaban su sombrero unos siete centímetros de la cabeza y las barbas rojizas de chivo formaban una especie de escoba de fuego. Se quedó mirándome con burla y luego desapareció en el aire, sin que ninguno de los demás pasajeros hubiese dado muestras de haberlo visto".
Manizales, lunes 18 de diciembre de 2006
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