Circulan dos bellas ediciones, dos libros de poemas de Hernando Guerra Tovar (Armero, Guayabal, Colombia, 1954) Abogado de la Universidad Libre, seccional Bogotá. Dirigió por más de quince años una importante organización sindical del sector financiero. Es autor de los poemarios Pájaro Azul (Editorial Linotipia, Bolivar, 1994), y La noche del árbol (Ediciones Sociedad de la Imaginación, 1998) Tiene inéditos los libros: Los pecados de Ezequiel o El Hijo del Amor, Evocación Erótica y Correspondencia Secreta. Sus poemas han sido publicados en diferentes periódicos y revistas del país.
El poeta Hernando Guerra es uno de esos privilegiados que, sin recurrir a la palabrería, consigue en Sombra Embestida el milagro del pan y de los peces. Esto es, la multiplicación, mediante muy pocas palabras, de su capacidad semántica. En sus micro poemas -para quienes midan la poesía por metros- hay fantásticas premoniciones, mundos subterráneos que emergen, alucinaciones que en un instante se perciben como realidades. Pero, sobre todo, en su preciosa concisión ofrece al lector la posibilidad de leer poesía como se degusta un plato exquisito y maravilloso: en pequeños, minúsculos bocados que nos sacian. Y que, sobre todo, nos obligan, si no queremos perder la oportunidad de lo único, a detenernos en esa degustación. A cerrar nuestros ojos, a cerrar el libro y dejar que el eco del verso nos siga colmando.
Un ejemplo, entre las docenas que hay en el libro- en realidad, en cada uno de sus cuarenta y cuatro poemas, salvo un par de ellos más largos- , nos lo ofrece el poema "Mudanzas", que bajo una cita de Cluny, dice:
Como serpiente en el camino, en cada esquina, el pellejo del miedo, la duda. Y este gris que no se disipa, esta bruma que no cesa.
Juan Ruíz de Torres
Un ejemplo, entre las docenas que hay en el libro- en realidad, en cada uno de sus cuarenta y cuatro poemas, salvo un par de ellos más largos- , nos lo ofrece el poema "Mudanzas", que bajo una cita de Cluny, dice:
Como serpiente en el camino, en cada esquina, el pellejo del miedo, la duda. Y este gris que no se disipa, esta bruma que no cesa.
Juan Ruíz de Torres
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