jueves, 22 de enero de 2009

AMBERES de Roberto Bolaño



LA BARRA

Las imágenes emprenden camino y sin embargo nunca llegarán a ninguna parte, simplemente se pierden, es inútil, dice la voz, y el jorobadito se pregunta ¿inútil para quién? Los puentes romanos son ahora el azar, piensa el autor mientras las imágenes aún fulguran, no demasiado lejanas, como pueblos que el automóvil va dejando atrás. (Pero en este caso el tipo no se mueve.) «He hecho un recuento de cabezas huecas y cabezas cortadas»... «Sin duda hay más cabezas cortadas»... «Aunque en la eternidad se confunden»... Le dije a mi amiga judía que era muy triste estar horas en un bar escuchando historias sórdidas. No había nadie que tratara de cambiar de tema. La mierda goteaba de las frases a la altura de los pechos, de tal manera que no pude seguir sentado y me aproximé a la barra. Historias de policías a la caza del emigrante. Bueno, nada espectacular, por supuesto, gente nerviosa por el desempleo, etc. Éstas son las historias tristes que puedo contarte.

TRES AÑOS

La única regla que existe es una niña pelirroja observándonos al final de la reja. Bruno lo entendió igual que yo, sólo que con pasiones distintas. Los polis están cansados, hay escasez de gasolina y miles de jóvenes desempleados dando vueltas por Barcelona. (Bruno está en París, me dicen que tocando el saxo afuera del Pompidou y ya sin compañera.) Con pasos oleosos se acercan los cuatro o cinco camareros al barracón donde duermen. Uno de ellos escribió poesía, pero de eso hace demasiado tiempo. El autor dijo: «no puedo ser pesimista ni optimista, todo está determinado por el compás de espera que se manifiesta en lo que llamamos realidad». No puedo ser un escritor de ciencia ficción porque he perdido gran parte de mi inocencia y aún no me he vuelto loco... Palabras que nadie dice, que nadie está obligado a decir... Manos en proceso de fragmentación geométrica: escritura que se sustrae así como se sustrae el amor, la amistad, los patios recurrentes de las pesadillas... Por momentos tengo la impresión de que todo esto es «interior»... Tal vez por esa razón viví solo y durante tres años no hice nada... (El tipo rara vez se lavaba, no necesitaba escribir a máquina, le bastaba sentarse en un sillón desvencijado para que las cosas huyeran por iniciativa propia)... ¿Un atardecer sorpresivo para el jorobadito? ¿Facciones de policía a menos de cinco centímetros de su rostro? ¿La lluvia realmente limpió los vidrios de la ventana?

AGUA CLARA DEL CAMINO

Lo que vendrá. El viento entre los árboles. Todo es proyección de un muchacho desamparado. Camina solo por una carretera comarcal. La boca se mueve. Vi a un grupo de gente que abría la boca sin poder hablar. La lluvia se cuela entre las agujas de los pinos. Alguien corre por el bosque. No puedes ver su rostro. Sólo la espalda. Pura violencia. (En esta escena aparece el autor con las manos en las caderas observando algo que queda fuera de la pantalla.) El viento y la lluvia entre los árboles, como una cortina de locos. Similar a un fantasma en una playa desierta: el viento mueve, levanta el pijama, lo aleja por la arena hasta hacerlo desaparecer en medio de un ataque de asma o de un largo bostezo. «Como un cohete abierto en canal»... «El modo poético de decir que ya no amas los callejones iluminados por coches patrulla»... «La melódica voz del sargento hablando con acento gallego»... «Chicos de tu edad que se conformarían con tan poco»... «Es una pena»... «Existe una especie de danza que se transforma en labios»... «Los labios modulan frases silenciosas»... Pozos de agua clara en el camino. Viste a un tipo tirado entre los árboles y seguiste corriendo. Las primeras moras silvestres de la temporada. Como los ojitos de la emoción que salía a tu encuentro.

COMO UN VALS

En el vagón una muchacha solitaria. Mira por la ventanilla. Afuera todo se desdobla: campos arados, bosques, casas blancas, pueblos, suburbios, basureros, fábricas, perros y niños que levantan la mano y dicen adiós. Apareció Lola Muriel. Agosto 1980. Sueño rostros que abren la boca y no pueden hablar. Lo intentan pero no pueden. Sus ojos azules me miran pero no pueden. Después camino por el pasillo de un hotel. Despierto transpirando. Lola tiene los ojos azules y lee los cuentos de Poe junto a la piscina, mientras las otras chicas hablan de pirámides y de selvas. Sueño que veo llover en barrios que reconozco pero en los cuales no he estado jamás. Camino por una galería solitaria. Veo rostros que abren la boca y no pueden hablar y cierran los ojos. Despierto transpirando. ¿Agosto 1980? ¿Una andaluza de dieciocho años? ¿El vigilante nocturno, loco de amor?

EL BAILE

En la terraza del bar sólo bailan tres niñas. Dos son delgadas y tienen el pelo largo. La otra es gorda, lleva el pelo más corto y es subnormal... El tipo al que perseguía Colan Yar se esfumó como mosquito en invierno... A propósito, supongo que en invierno sólo quedan los huevos de los mosquitos... Tres niñas felices y diligentes... 7 de agosto de 1980... El tipo abrió la puerta de su cuarto, encendió la luz... Tenía el rostro desencajado... Apagó la luz... No temas, aunque sólo pueda contarte estas historias tristes, no temas...

BAR LA PAVA, AUTOVÍA DE CASTELLDEFELS

(¡Todos han comido más de un plato o un plato que vale más de 200 pesetas, menos yo!)

Querida Lisa, hubo una vez que hablé contigo por teléfono más de una hora sin apercibirme de que habías colgado. Fue desde un teléfono público de la calle Bucareli, en la esquina del Reloj Chino. Ahora estoy en un bar de la costa catalana, me duele la garganta y tengo poco dinero. La italiana dijo que regresaba a Milán a trabajar, aunque se cansara. No sé si citaba a Pavese o realmente no tenía ganas de volver. Creo que le pediré al enfermero del camping algún antibiótico. La escena se disgrega geométricamente. Aparece una playa solitaria a las ocho de la noche, altos cirros anaranjados; a lo lejos caminan, en dirección contraria al que observa, un grupo de cinco personas en fila india. El viento levanta una cortina de arena y los cubre.


AMBERES

En Amberes un hombre murió al ser aplastado su automóvil por un camión cargado de cerdos. Muchos de los cerdos también murieron al volcar el camión, otros tuvieron que ser sacrificados al pie de la carretera y otros se escaparon a toda velocidad... «Has oído bien, querida, el tipo reventó mientras los cerdos pasaban por encima de su automóvil»... «En la noche, por las carreteras oscuras de Bélgica o Cataluña»... «Conversamos durante horas en un bar de las Ramblas, era verano y ella hablaba como si llevara mucho tiempo sin hacerlo»... «Cuando lo soltó todo me acarició la cara como una ciega»... «Los cerdos chillaron»... «Ella dijo me gustaría estar sola y yo pese a estar borracho entendí»... «No sé, es algo que se parece a la luna llena, chicas que en realidad son como moscas, aunque no es eso lo que quiero decir»... «Cerdos aullando en medio de la carretera, heridos o alejándose a toda prisa del camión destrozado»... «Cada palabra es inútil, cada frase, cada conversación telefónica»... «Dijo que quería estar sola»... También yo quise estar solo. En Amberes o en Barcelona. La luna. Animales que huyen. Accidente en la carretera. El miedo.

POSTSCRIPTUM

De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, sólo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más. (Significativo, dijo el extranjero.) A lo humano y a lo divino. Como esos versos de Leopardi que Daniel Biga recitaba en un puente nórdico para armarse de coraje, así sea mi escritura.

Barcelona, 1980

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