Por William Marín Osorio
William Marín Osorio, Profesor Asociado y de Literatura Universidad
Tecnológica de Pereira, Magíster en Literatura Hispanoamericana Instituto Caro
y Cuervo, Director Semillero de Investigación Revista de Literatura Polifonía.
El poema es un objeto
hecho del lenguaje, los ritmos, las creencias y las obsesiones de este o aquel
poeta y de esta o aquella sociedad. Es el producto de una historia y una
sociedad, pero su manera de ser histórico es contradictoria. El poema es una
máquina que produce, sin que el poeta se lo proponga, anti-historia.
Octavio
Paz
Los años escolares
En mi adolescencia asistí con un grupo de compañeros del Colegio
Rafael Uribe Uribe a muchas manifestaciones del Nadaísmo aquí en Pereira.
Corrían los años 80 y nuestra generación era la de unos estudiantes que veían
ilusionados ciertos cambios en la cultura, cierta renovada forma de ver el
mundo influenciada quizás por un nuevo estilo en la manera de enseñar de unos
profesores progresistas: recuerdo especialmente a Gladys López Jaramillo y a su
hermano, el escritor Eduardo López Jaramillo –de quien tengo la imagen de su
presencia aristocrática por los corredores del colegio, llevando consigo muchos
libros y conversando con el entonces rector Humberto Bustamante quien animó
muchas veladas culturales en nuestra institución-, Rubén Darío Sierra, Alcides
Pérez, Ramón Echeverry Peláez, profesores de Español y Literatura, quienes
permitieron que naciera en nosotros una fe por la palabra como medio de
expresión de nuestro mundo interior.
El Primer Manifiesto Nadaísta (1958), anunciaba desde uno de sus postulados “Destruir un orden es por lo menos tan
difícil como crearlo. Ante empresa de tan grandes proporciones, renunciamos a
destruir el orden establecido. La aspiración fundamental del Nadaísmo es
desacreditar ese orden”, buscando crear conciencia en el ciudadano sobre el
mundo social y político que habíamos heredado del denominado Frente Nacional, una especie de tregua a
la violencia bipartidista que azotaba al país desde El Bogotazo y que significaba la alternancia en el poder de los
partidos políticos tradicionales; el Frente
Nacional era entonces una forma de la exclusión de otras voces, de otras
formas de la disidencia, lo que significó más violencia y más injusticia en un
país mayoritariamente católico. Así, el
Proyecto Nadaísta era el de un
espíritu crítico y rebelde, frente a la realidad de una sociedad colombiana empecinada
en postergar para siempre la experiencia de los ideales de la modernidad,
especialmente en los campos de la libertad en las ideas y la expresión de la
dignidad humana en todos los escenarios de la vida nacional, una sociedad
colombiana precipitada por sus clases dirigentes a la polarización entre los
desheredados –vastas masas de marginados- y las élites políticas y económicas.
Estas reflexiones surgían
de las aulas de clase, en esos salones del Uribe, un colegio que ocupó en
aquella época un sitial importante en el orden de la cultura local. Fue la época en que García Márquez recibió el
Premio Nobel de Literatura. Recuerdo que
el año 1982 fue de un impacto fundamental en nuestras conciencias de entonces. En nuestro colegio ya veníamos leyendo a
García Márquez desde hacía varios años, y sabíamos de la importancia de su
palabra. Se hacían obras de teatro alrededor de sus novelas con el profesor
Rafael Antonio Marín, y de la Universidad Tecnológica de Pereira nos visitaba
el grupo de teatro que dirigía Antonieta Mercury, un grupo de teatro que
lograba impresionar a unas mentes jóvenes con el episodio de La Masacre de las Bananeras, episodio
protagonizado entonces por la United Fruit Company y por un brazo armado
oficial que defendió los intereses de la compañía bananera frente a los
intereses de la clase trabajadora.
García Márquez había pertenecido a Mito,
un movimiento estético que buscaba un orden, en el contexto humanístico, en el
horizonte de la violencia entre partidos que ya cobraba miles de víctimas en el
país después de El Bogotazo.
El episodio de El Bogotazo
era recreado de una manera magistral por nuestra profesora de Historia, la
profesora Rosalba Salazar, quien nos llevaba a la biblioteca del colegio a
escuchar la voz poderosa y vibrante del gran orador liberal Jorge Eliécer
Gaitán. No alcanzaríamos a comprender
entonces las repercusiones en nuestras sensibilidades de semejante experiencia con
la palabra del caudillo liberal asesinado por las fuerzas oscuras de la
época. Y no alcanzaríamos a comprender
tampoco, y sólo los años nos ayudarían a entender esto, cómo la literatura y el
arte se convertirían en nosotros en bastión para liderar desde la estética esa revolución invisible que tanto pregonara
Jorge Gaitán Durán. Recuerdo que una vez
leímos en clase el discurso de Gaitán en el Congreso de la República sobre La Masacre de las Bananeras y cómo éste
señalaba con nombre propio al autor intelectual, un general de la república como
determinador de este cruento acontecimiento; nos preguntamos ahora, si ese
discurso no sería determinador también del crimen de Gaitán como uno de los
episodios más oscuros de la historia de Colombia.
Así pues, en nuestra época del colegio, por los años 80, fuimos
testigos de las repercusiones sociales, políticas y culturales de dos grandes
movimientos estéticos y políticos que liderados desde la estética determinaron
un fluir de la conciencia progresista y moderna frente a las incertidumbres del
diario vivir del ciudadano de a pie. Estoy hablando de Mito y del Nadaísmo. El primero fundado por Hernando Valencia
Goelkel y Jorge Gaitán Durán y el segundo por Gonzalo Arango. Dos visiones del mundo, dos enclaves
espirituales de hondas repercusiones en la historia del pensamiento colombiano.
Recuerdo que en diferentes
ocasiones fuimos convocados por la fuerza del movimiento Nadaísta; una mañana en el colegio Inem Felipe Pérez, el aula
máxima estaba a reventar de una juventud deseosa de conocer a los protagonistas
de este movimiento espiritual y político, flujo y reflujo de la palabra. Y después de un enérgico discurso de Elmo
Valencia, un joven alto y combativo preguntó:
¿Entonces qué es El Nadaísmo? Y el orador respondió inmediatamente, sin
mayores preámbulos: Nada. Recordemos que el término Nadaísmo había sido utilizado por
primera vez por Gonzalo Arango en el año de 1958 en su Primer Manifiesto Nadaísta, y la idea era fundar un movimiento rebelde
e iconoclasta que fuera una protesta social contra un régimen de cosas
imperante, contra una sociedad caduca y retrógrada. Todos quedamos estupefactos
con ese monosílabo, muchos soltaron la carcajada ante tan elocuente respuesta
de Elmo Valencia.
Luego
fuimos convocados en innumerables ocasiones por la palabra poética de los
creadores de carne y hueso que vivían entonces y que nos visitaban en nuestra
ciudad, escuchamos su voz en diferentes escenarios como la sala de música del
Banco de la República, el teatro de Comfamiliar Risaralda en donde, bajo la
tutela del poeta Eduardo López Jaramillo, entonces director de La Sociedad de Amigos del Arte conocimos
a varios poetas y escuchamos la poesía inspirada por sus musas: Jotamario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar
(X504), Eduardo Escobar, poetas de perenne peregrinación por la geografía
ardorosa del poema erótico, por las aguas turbulentas de un país secreto y
soñado, poesía contestataria del poder, emblemática y sarcástica, habitada por
el humano dolor y por la carcajada crítica que cuestiona al mundo y al hombre
pues:
(…) Una cultura solitaria,
desvinculada de los intereses universales, es imposible de concebir. Nadie
puede evadirse, ni eludir el papel que representa en el mundo moderno. Todo se
relaciona de una manera profunda en esta época en que el simple hombre encarna
una misión en la historia: su acción o su indiferencia implican una conducta de
inmensas responsabilidades éticas, y al aceptarla o negarla, se salva o se
condena. (…) Hemos renunciado a la esperanza de trascender bajo las promesas
de cualquier religión o idealismo filosófico. Para nosotros éste es el mundo y
éste es el hombre. (...) Nosotros creemos que el destino del hombre es terrestre y
temporal, se realiza en planos concretos, y sólo un dinamismo creador sobre la
materia del mundo da la medida de su misión espiritual, fijando su pensamiento
en la historia de la cultura humana. (Gonzalo Arango. Primer Manifiesto Nadaísta).
Siguiendo esta tradición en nuestra ciudad y en el marco de la
sexta versión del Festival de Poesía Luna
de Locos que dirige Giovanny Gómez, se llevó a cabo el año pasado un
homenaje a los poetas Nadaístas; en
el evento se contó con la presencia poética de Jotamario Arbeláez, Jaime
Jaramillo Escobar y Eduardo escobar, un merecido homenaje al movimiento Nadaísta, algo que también había hecho en
su momento la revista Mito al dedicar
uno de sus números al Nadaísmo. Seguirá siendo este movimiento de vanguardia
una influencia importante en buena parte de nuestra literatura, especialmente a
lo que atañe a su espíritu de rebeldía en las formas y en el contenido.
Mito y El Nadaísmo: Una historia de cruce de caminos
Hay una serie de
voces significativas que se encuentran antes y después de dos momentos claves
en la poesía en Colombia: Mito y El Nadaísmo, con sus diferentes
manifiestos. El primero, liderado por
Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel quienes fundan en el año de 1955
la Revista Mito, una revista que
contó en su comité editorial y patrocinador con los escritores Vicente Aleixandre, Luis Cardoza y Aragón, Carlos Drummond de Andrade, León de Greiff, Octavio Paz y Alfonso Reyes. Gaitán Durán, quien había
regresado al país con una formación europea, quiso hacer un llamado a la
reconciliación de la nación a partir de la palabra y del conocimiento profundo
del origen de nuestra historia de violencia e injusticias sociales; La Revista Mito abrió el pensamiento
colombiano a los más diversos acontecimientos nacionales e internacionales, ejerciendo
una influencia significativa en grupos como El
Nadaísmo, a este respecto Armando Romero señala: “(…) Mito fue el orden estructurador de una rebelión de la conciencia
que posibilitó el desorden romántico vanguardista del nadaísmo.” (1985). El
Nadaísmo, fue un llamado a la desintegración de una sociedad caduca y
sinsentido ahogada en el baño de sangre entre partidos, recrudecido con el
asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, símbolo de la exclusión desde
lo político en el escenario social de vastos sectores de la población
colombiana.
Tanto Mito como El Nadaísmo, fueron
epígonos, en sus diferentes momentos históricos de dos formas de ver la
realidad nacional a partir de la poesía.
Quiero destacar de ambas visiones estéticas, políticas y sociales, que
se tejieron al ritmo de nuestras vicisitudes políticas y sociales, su necesidad
de mirar al hombre y sus circunstancias.
Es importante destacar que los Nadaístas
publicaron la Revista Nadaísmo 70
(1970-1971) que fue su medio de expresión para ejercer una ruptura con el
ambiente literario de la época, por ejemplo contra el grupo El Centenario que expresaba a la élite
intelectual que detentaba el poder político. Pero quizás fue muy significativo
que este movimiento ejerciera su magisterio desde influencias tan importantes
como el surrealismo y el existencialismo, de allí que en sus páginas se publicaron
textos de Sartre y Camus, para poner en perspectiva su pensamiento con la
crítica a los problemas de la época.
Si bien el movimiento
Nadaísta constituye un referente
clave para interpretar a la generación del Frente
Nacional, sí es significativo el hecho de que escritores como Gonzalo
Arango, Jota Mario Arbeláez, Jaime Jaramillo Escobar, Fernando González
–animador espiritual del Nadaísmo-,
hicieron de la palabra poética una fiesta del lenguaje y una forma de la
crítica social a las costumbres de una Colombia secreta, conservadora y
anodina. Este referente es fundamental
en una historia de la poesía en Colombia.
El Nadaísmo buscaba como
respuesta a esa sociedad que cuestionaba, la destrucción del poema y la
sociedad que lo habitaba, su estética fue una antiestética, en mi concepción
una propuesta de barbarie y provocación inusitada en contra de los principios
universales de la poesía, con algunas excepciones como la del poeta Jaime
Jaramillo Escobar.
Las palabras de
Gaitán Durán “todo edificio estético
descansa sobre un proyecto ético”(1955) en el contexto de la situación
política y social de la Colombia de los años 50 y del presente, advierten que
el artista tiene un proyecto humanista de grandes repercusiones, pues el
artista tiene un compromiso con el hombre y con el arte, pues hay una simbiosis
entre el arte y la vida, y en este sentido las conductas humanas del artista
repercuten inevitablemente en su creación.
Gaitán Durán con su revista nos puso en contacto con Europa, y fue el
inicio de nuestra primera vanguardia, es decir, el inicio de nuestra modernidad
en los campos de la crítica y de la estética, herencia de la tradición
simbolista, una tradición que tocó el alma del poema en su estructura, pero
también el alma humana en su condición social y política, como lo expresara Mito(1955-1962) en sus manifiestos,
especialmente desde la perspectiva del intelectual comprometido con el hombre,
con su tiempo.
La Revista Mito(1955-1962) nos hizo
contemporáneos del mundo, allí se publicaron obras de escritores hasta entonces
desconocidos en nuestro panorama intelectual:
Carlos Fuentes, Octavio Paz, Julio Cortázar, Pablo Neruda, Vicente
Aleixandre; traducciones de la obra de
Sartre, Lukács, Husserl, Camus. Este
proyecto de modernidad nos condujo por la senda de la libertad poética y
creativa. García Maffla señala al
respecto:
Habría que
hablar de Jorge Gaitán Durán como de la lucidez de la pasión, que se ha hecho
herida y visión; coetaneidad real con el mundo, duelo de la mirada para que el
país intelectual abriera sus ojos a un imperativo de humanidad y de
autenticidad. Y si habló de lo pasado y de lo extranjero fue bajo la exigencia
de una apropiación, de una evolución intelectual y vital de la cual -europea e
hispanoamericana- se había apartado Colombia, a espaldas del signo de la
modernidad: Heidegger, Marx, Camus, Durrell, Pizarnik, Freud, Breton, Borges,
Bataille, Sade, Cernuda o Paz, se aunaban gracias a Gaitán Durán en una visión
nueva con lo que era colombiano. Su apuesta fue a la vez crítica y poética,
como su obra fue diálogo con el fluir universal, afirmación de la cifra del
tiempo e iniciación, tanto de una europeización real como de una auténtica
hispanidad. Para nosotros, por figuras como la suya, el siglo XIX quedaba, al
fin, atrás. (García Maffla, 1999).
En su estudio de la
poesía colombiana de 1940 a 1960, Armando Romero(1985) plantea entonces que
Silva será el emblema de la modernidad literaria del país, que su obra será
fundadora de una nueva estética y que se hace heredera del romanticismo
europeo. Silva empieza a centrarse en el
lenguaje, herencia del simbolismo; pero su clave estética también hay que
descifrarla desde su cosmopolitismo, representado en el poeta José Fernández en
De sobremesa (2003).
Con respecto a Mito, Romero ve a este grupo más como
una expresión del intelectual comprometido que como un movimiento poético, por
ello lo estudia como un movimiento de pos-vanguardia: Romero señala:
Si se mira desde un punto de vista muy amplio, la posición
de “Mito” con respecto a la poesía es la de una abertura cada vez mayor hacia
ese tono de vibrante inteligencia y aguda sensibilidad que es característico de
la posvanguardia, en la cual una mesura de la expresión va acorde con un rigor
de la conciencia para evitar que el poema se precipite por los abismos de la
incoherencia o el hermetismo. (1985, 108).
Sin embargo, para Armando Romero
El Nadaísmo es la única vanguardia en
Colombia. Quizás se hace eco entonces de
la vanguardia como ruptura con la tradición, como enfrentamiento con el
presente y crítica del pasado. Gonzalo
Arango lo expresa así: “El nadaísmo es un espíritu revolucionario
que excede toda clase de prevenciones y posibilidades” (Arango, 1974: 16).
(…) “No dejar una fe intacta, ni un ídolo
en su sitio. Todo lo que está consagrado como adorable por el orden imperante
será examinado y revisado. Se conservará solamente aquello que esté orientado
hacia la revolución, y que fundamente por su consistencia indestructible, los
cimientos de la nueva sociedad” (Arango, 1974: 39). Para Arango con El Nadaísmo surge el único movimiento
literario en la historia de Colombia.
En este sentido, siguiendo a
Eduardo escobar, la vanguardia del movimiento Nadaísta:
Significaba una revolución en la forma y el contenido del
orden espiritual imperante en Colombia. Tenían un extenso programa de
subversión cultural (estético, social, religioso), que apoyándose en la duda y
en elementos no racionales y teniendo como arma la negación y la irreverencia,
el desvertebramiento de la prosa y el inconformismo continuo buscaban el
cuestionamiento de la sociedad colombiana. (Escobar, 1989: 1).
Estas son algunas
coordenadas históricas para entender el movimiento Nadaísta y su relación de
inevitable filiación crítica con Mito. Dos movimientos estéticos y políticos que
definieron el panorama de nuestra crítica y la puesta en marcha de un programa artístico
en función del ascenso del hombre.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
ALVARADO TENORIO, Harold (2007). La
poesía en Colombia ha dejado de existir.
En: Revista de Poesía
Arquitrave. Bogotá: Azularte.
ARANGO, Gonzalo (1974). La obra negra. Buenos Aires, Carlos Lohlé.
ESCOBAR, Eduardo
(1989). Gonzalo Arango. Bogotá: Procultura.
ESCOBAR MESA, Augusto (2003). Armando
Romero. Aventura vital y goce poético.
En: Cuatro
náufragos de la palabra. Diálogo compartido con Héctor Abad Faciolince, Arturo
Alape, Piedad Bonnett, Armando Romero. Medellín: Eafit.
GARCÍA MAFFLA, Jaime (1999). Jorge Gaitán Durán 1925 – 1962. Palabra en situación. Bogotá: El Tiempo.
PAZ, Octavio (1981) Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia. Barcelona: Planeta.
REVISTA MITO (1955-1962).
Bogotá: Mito, Revista Bimestral
de Cultura.
REVISTA NADAÍSMO 70 (1970-1971). Nadaísmo
70: Revista Americana de Vanguardia. Nos.
1-8.
ROMERO, Armando (1985). Las palabras están en situación: un estudio de la poesía colombiana de 1940 a
1960. Bogotá: Procultura.
SILVA, José Asunción (2003). De sobremesa.
Prólogo de Gabriel García Márquez. Madrid:
Hiperión.
1 comentario:
Articulo claro e iluminador. Un breve paseo por momentos importantes de Mito, El Nadaismo y sus repercusiones históricas. Felicidades al autor.
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