Por Nana Rodríguez Romero
Entrar
en los espejos de Daniel Padilla
Serrato, es bucear en un magma primigenio en donde se cocinan los atributos del
ser, la soledad y el sueño, a través de la palabra poética que indaga por la
condición mortal y efímera, desde la superficie y el fondo del reflejo.
La
poesía de Daniel Padilla es una casa
poblada de espejos. Al entrar, es necesario llevar una linterna potente para
develar los misterios de la existencia,
al ser que define en forma maravillosa como un
milagro del tiempo, resonancias heideggerianas que van y vienen en los 27
poemas que componen el libro.
Las
infinitas caras de los espejos que se
advierten en esta poética, contienen las preguntas que exploran la identidad reflejada
en el agua, en los mitos, en el cristal
o en el sueño, o en ese espejo de arcilla
que es la humanidad entera, donde nos podemos mirar unos a otros y hallar
nieblas o luces, cadenas atávicas o sombras, ondas dispersas hacia las orillas, cuando
Narciso toca el agua y se encuentra con el reflejo de la nada.
También
se halla en algunos fragmentos, el estilo aforístico, como una cápsula llena de
nutrientes para interpretar: Errar en lo que somos lo debemos a la
conjugación de todos los destinos. Está bien que así sea, pues tenemos por
coronas mil espadas pendulando. Vasos comunicantes
entre la filosofía y la poesía: Un espejo
vaga dormido en las ruinas del tiempo.
Si
nos atenemos al concepto clásico de poesía como un develamiento del misterio,
en las imágenes de El espejo dormido, asistimos
al hallazgo de la poesía palpitante , con el vértigo que produce la
contemplación o el descubrimiento del ser individual mirándose en un abismo, soñarse, o soñar que otros lo sueñen, ¿o quizá
despertarse?; alusiones que también
Octavio Paz intuye en su bello poema Piedra
de sol .
No
es común encontrarse con un libro de poesía en el que se conjugan la emoción y
el pensamiento, la música y la belleza, el asombro en varios de los poemas, en
momentos en los que se podría decir, asistimos a la banalización de la poesía.
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