martes, 6 de julio de 2021

COBRO DE SANGRE, de Mario Mendoza

 

Es una novela que al inicio pareciera escrita por un principiante. Hay momentos dubitativos, pero a medida que se va adentrando en la historia, a pesar de la truculencia, algo, esa suerte de magia del autor, va atrapando su interés y ya no suelta el libro o la historia hasta llegar con el personaje Samuel Sotomayor a la Guajira, Bahía Portete, donde están las tres hermanas, tres cactus, y allí, teniendo en cuenta la del medio, esparcirá las cenizas del viejo amigo que conoció en la cárcel y las de la mujer que supo ganar su aprecio en pocos días. 

El título es poco afortunado. La forma en que está construida la trama se me hace truculenta y, pienso que el autor manipula a su criterio no solo el giro de la historia y el destino de los personajes, sino también la atención del lector. Hay una tensión preconcebida -no necesariamente malo- , es decir, buscada a propósito, con giros que van acomodando la historia y la situación del personaje principal.

Uno de los aspectos que puede llamar la atención del lector es la caracterización del personaje principal. Con el tiempo va convirtiéndose en una especie de superhéroe, un antihéroe que, incluso valiéndose de sus capacidades y conocimientos en artes marciales, se defiende de sus enemigos, tanto en la cárcel como fuera de ella, a punta de golpes de karate. Con esa “sabiduría” que le da el karate aplica ciertos golpes con los que doblega al enemigo. Este hecho se me hace «inverosímil», reforzado o rebuscado. Propio de las novelas de aventuras; libros ligeros o que dotan al personaje de dichas características para darle un poder “sobrenatural”, puesto que Sotomayor, por su apariencia, pareciera más bien un intelectualoide, un pichón de escritor y no un curtido peleador callejero. 

La novela muestra y presenta a los personajes embebidos en las circunstancias de un país como Colombia, envuelto en esa eterna violencia, que no pareciera terminar, sino por el contrario, convertirse en cíclica. Años 70s, movimientos guerrilleros, guerrilla urbana, presidentes represivos, etc. En esta atmosfera de revolución, guerrillas, movimientos de liberación nacional inspirados en la reciente revolución cubana, mueren acribillados en su casa los padres de Samuel quien deberá abandonar el país por un tiempo para luego volver, pensando en vengar la muerte de sus padres, hecho que consuma con las células guerrilleras de la época. La novela de Mendoza pareciera, en cierta forma, inspirada en las novelas de aventuras del siglo XIX, en particular, El Conde de Montecristo. Al tiempo que el narrador se mete en sus vericuetos existenciales, igualmente va apareciendo una enseñanza que el narrador va soltando en pequeños detalles al citar con frecuencia a Jorge Zalamea Borda y su texto Cuatro años a bordo de mí mismo; igual cosa sucede con otros libros y autores, como los orientales, donde queda en evidencia que para el autor la novela es o vendría siendo un viaje doble; sobre todo, es el conocimiento de sí mismo, lo que vendría siendo lo más importante. 

Quizá eso pasa con Sotomayor quien, a lo largo de la historia, queda sometido a cierta capacidad para reconocer en el dolor, la desgracia y el sufrimiento a un maestro, ese que al final lo redimirá. La novela, podría incurrir, si se quiere, en una suerte de apología a los libros de autoayuda y esa consecuente psicología, que para muchos no es más que “basura emocional” de la que se aprovechan los comerciantes y vendedores de libros para imponer sus ventas. Podría, incluso, derivar en ese moralismo que se encuentra en los textos ya citados. Un didactismo que se apoya en los buenos propósitos y en la idea de seguir el buen camino, so pena de recibir el merecido castigo. Moralizar desde la literatura no pareciera un propósito de nivel para quien asume la tarea de escribir pensando en autores como García Márquez, Hemingway, Joyce o el mismo Homero. O moralizar de manera tan explicita como bien estaría ocurriendo en esta novela, sobre todo cuando el personaje toca asuntos cercanos como la lealtad entre prisioneros o parceros. 


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