PARAÍSO
La serpiente cambió de piel:
fue relámpago
árbol
río de sangre.
La serpiente guardó tu corazón en su pecho
como una luna rota
tirada al trasto del olvido.
La serpiente mordió tu sombra
y desapareciste de la tierra como por ensalmo.
El eco agrietado de su prematura
fingida muerte
nos recuerda que todo amor
es un cráter violento y humeante.
ESPEJO DE MANO
Agarre un cuchillo afilado y corte la yema de su pulgar izquierdo a medio centímetro de profundidad. Luego, con ayuda de la otra mano abra la incisión, sumérjala en un platico lleno de alcohol y presione con fuerza contra el fondo, provocando que los extremos de la herida se abran un poco más, que su piel se desgarre y el tejido interno, poroso y palpitante, se impregne de la escandalosa abrasión en carne viva producida por el contacto con el líquido.
Acto seguido pinte dos puntos negros sobre el corte, simulando un par de ojos. Mire el tajo, abierto y rosáceo como una boca a punto de besar. Separe los labios. Deslice entre ellos de un lado para otro una hoja de papel, o pique justo en el centro con una aguja. Acérquese a esa nueva boca, introduzca la punta de la lengua en la ranura, recorra sus bordes. Succione con fuerza, sienta el gusto a sangre, hágase la idea de estar besando a una prostituta ebria o al fantasma de un niño degollado.
Al terminar lave con abundante agua y ate una venda alrededor de su rostro.
ZOOANTROPO
La estrella de la mañana desnuda su cara
cientos de soles negros tatúan con luto su piel
anuncian la muerte
imposible ignorar su furioso llamado.
Rugen las células en llamas
y el día se estremece salvajemente
cuando afuera de las ciudades
aúllan bestias atormentadas por el hambre y la sed.
PANGEA
Bajo la estela de un astro que atraviesa sin aviso el cielo de Pangea una niña se detiene frente a una estrecha caverna. Primero entra ella, a gatas, arrastrando el cabello lacio y largo que deja tras de sí finos cauces en el piso. Luego su madre, su padre y su hermana y después una pareja de ancianos. Sorteados uno o dos metros de rodillas el pequeño túnel se abre en un vasto salón donde caben todos de pie. El viejo le ofrece a la niña un largo sorbo de un licor rojizo y tibio endulzado con miel que guarda en un lustroso odre, y tras una breve invocación lo comparte con el resto. Están hambrientos y cansados. Vienen de lejos a venerar la torva imagen de una cabra que los observa desde una de las paredes. Una víctima de cuernos pequeños y pelaje feroz cuelga bocabajo, sumergida hasta la mitad en una gran olla de barro curada con cal y llena con el zumo de hierbas amargas. Se retuerce inútilmente mientras una soga gruesa y pegajosa lastima sus patas, hasta que por fin deja de moverse.
El volcán que sobresale no muy lejos en la planicie dispara hacia todas las direcciones escupitajos que iluminan el horizonte como un cerco de antorchas. Grandes paneles de granito yacen esparcidos, chorreando lava pura, cada uno como un santuario de roca viva dedicado al fuego. La mujer y la niña reptan hacia el exterior tras una brusca señal del hombre, que luego de arrancar el licor de las manos del brujo se apresura a su vez a salir. Humo de mineral quemado lastima sus ojos. Adentro los ancianos maldicen al unísono, en un dialecto procaz. Un tapiz de ceniza cubre el cielo calcinado.
El firmamento es una temblorosa mortaja de azufre que envuelve la tierra. Desde el interior las maldiciones alcanzan la cadencia de un canto fúnebre, al tiempo que la caverna colapsa, sucumbiendo todo bajo una bóveda de cuarzo. Los fugitivos son alcanzados por incontables proyectiles de piedra carbonizada, templada en el corazón del mundo.
La niña se levanta emitiendo un gemido ronco, camina con los brazos abiertos y se detiene en la orilla de un inmenso cráter. Incrustada en medio de sus pechos, una gema del tamaño de un puño cerrado despide un haz de luz que descuartiza el cuerpo erosionado de Pangea, e ilumina el curso de las grietas por las que, con saltos ligeros y elegantes, ella se adentra sin prisa en un blanco crepúsculo.
XIII.
¿De la mano de qué mendicante hemos llegado hasta esta montaña de vacío? ¿Qué oscura semilla de insomnio nos obligó a tapiar todos los abismos? Estelas de luz guiarán la ruina al lugar donde ahora el más estúpido del pueblo se interroga con violencia: — ¿Habrá en el horizonte un corazón que incline su pecho para mirar la boca abierta de la noche? — ¿Serán voraces las estrellas que afilan la punta de sus colmillos en los ojos de los ciegos?
Despertamos a la mitad del sueño de un sol febril, sobre la húmeda llanura del delirio. Invadimos el silencio. Una horda de niños dementes borró con cal el sendero del nómada. Hombre, la llama en la noche, la piedra en la tierra era tu condición.
XXIII.
Tras miles de años de letargo podremos ver en el cuenco de tu mano
la superficie del Mar de la Tranquilidad.
Con el tiempo finalmente será posible aprender el sagrado arte de morir
luego de penar con los ojos llenos de veneno
y transitar despiertos los cauces de la suerte sin negar el dominio de la noche.
Un trono se quema en el poniente:
Hacia ese lugar nos dirigimos
con los huesos calcinados por la pesadilla de la luz.
Nunca será más dichosa la ruta que alumbre nuestro paso
la mirada como un tapiz de flores blancas para cernir todas las cenizas del sol
y contemplar sin agonía la música de tu fuego azul.
APÓCRIFOS
Así los hombres olvidaron que todas las deidades residen en el corazón humano.
William Blake
I.
Antes del primer día hubo tres torbellinos:
Uno separó las cosas sin nombre
otro infundió su aliento a lo perecedero
el último edificó los límites de lo increado.
Luego
una hoguera fue encendida para despertar el verbo.
La calma se convirtió en un carnaval de sombras
que juraron sumisión a la mujer de la montaña
sus voces resonaron en las llamas hasta moldear el mundo
donde los charcos fueron puertas
cascarones de realidad
testigos de la confusión.
De estos emergió Elom
El Triple
El Tuerto
El Bocabajo
El Anónimo Perfecto en ascensión constante
para solazarse con la lengua de Ghora
El Eterno Encapuchado.
Ambos fueron proclamados reyes
por los pájaros y la lluvia.
Ambos ahogaron a la mujer de la montaña
con escupitajos de luz.
II.
El primer día se sentaron en un trono de plumas
a estudiar las escrituras y los astros
y todas las cosas que no existían
mientras el mundo levitaba entre agujeros de fe.
Ellos dijeron al unísono:
Sea la materia un juramento de muerte
Sea el tiempo una sala de espera
Sea la vida el holocausto de las células
Sea la carne una herida abierta
Sean las plegarias escarabajos de cara al cielo
Sea la mente un muladar de oro
Sea el alma una esperanza envenenada.
Esto pronunciaron pero las aves no inclinaron la cabeza
sino que extendieron sus alas sobre los nueve puntos cardinales.
Presagios afilados salieron de las fosas para invadir el sueño de los profetas.
III.
Mil generaciones han atravesado los desiertos
de la ira y la costumbre.
Ghora está en el lado izquierdo de su trono
hablando del mundo sin conocerlo.
Elom a su derecha escucha pero no entiende
ocupado en purificar los delirios de su hermano
con el humo del paraíso encerrado en un espejo.
Ha nacido un niño
de cartílago y ceniza
mago de sombrero alado
animal de cuernos invertidos
se pasea por el mundo cargando la cifra que propició la danza
del fuego y los huracanes y las alimañas
escondidas bajo las piedras del sacrificio
en el interior de los templos
en la piel de los ofidios.
Este Heredero hace milagros en la misma lengua de su padre
sus palabras brillan como trompetas de sangre
recorren las aldeas esparciendo la magia de los puercos
incineran el esplendor de las ballenas…
IV.
Heredero:
príncipe sin ojos que reclamas el descenso.
Para recordar la sombra de la mujer de la montaña
deberás exponer el torso a la lujuria del viento
a las garras de la sangre
al cristal del amanecer.
Tres niños yacen tendidos en el lodo:
son frutos a punto de latir.
Un peregrino se redime noche a noche
con zumo de retinas fermentadas.
V.
Al tercer día el Hombre y el Heredero se postraron ante los viejos reyes.
Éstos les ordenaron morir aplastados por el prisma de la Ley.
Cuando cayó el sol Kúbat acarició la limpia frente de Adam y cuidó su sueño
y vio que éste era bueno.
Desde la punta de un árbol de godra siguen naciendo tres torbellinos
que serán los pilares del presente
la voz de la Mujer
y la tentación de los soberanos.
De sus hojas secas surgirá una hoguera
para convocar nuevamente el bullicio de la creación.
DANIEL PADILLA SERRATO: Psicólogo egresado de la Universidad Surcolombiana (2004). Escritor y lector.
(Foto de Julio César Correa)
3 comentarios:
Una muestra del trabajo serio del poeta Padilla, en donde la concreción del lenguaje y la imagen sugerente crean una atmósfera poètica de alta estètica. Abrazo con fraternidad estaa breve muestra de un poeta que su silencio y su trabajo alejado de las parafernalias literarias viene cosntruyendo una voz poètica.
Daniel Padilla es un uno de los escritores con mayor potencial y talento del paìs,dueño de unas voz propia, de un lenguaje intenso que hace de su oficio una certeza felìz para sus lectores.
Sus imàgenes y renovada lìrica asì lo confirman.
Gabriel Arturo Castro
Interesate muestra poética.
Saludos.
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