Licor de lodo
hace parte de un tiempo fabuloso de naturaleza y encarnación mítica, un tiempo,
a su vez de fecundación y paciencia. Es la nutrición en las fuentes originales
del mito, su fogueo con otras palabras e imágenes, repletas de relaciones
mágicas, de la potencia al acto creador, constructor, fundador de mundos
posibles.
Se advierte un lenguaje
propio de la ambición creadora, una invitación a leer lo desconocido, la
oscuridad que ilumina, según el Novalis que apunta. Esta poesía hace referencia
a un lejano tiempo que se actualiza a través del ritual y de la ceremonia de la
escritura. Es el tiempo del mito arcaico, la pulsión herida que quedó atrapada
se revela en la embriaguez nueva de limo y cieno. Todos los elementos
reminiscentes se dan cita en Licor de
lodo: el caos, el silencio, la lucha, la luz, el olvido, un sentido
teogónico los envuelve, lo sagrado y lo profano juntos.
En este libro hay un
impulso poético, compuesto de hechos poéticos, es decir, de poesía auténtica,
ascendente y progresiva. Licor de lodo
es una batalla sagrada ante la conmoción de las realidades espirituales y
materiales que nos invaden. Dionisos se hace presente, “un viejo noctámbulo escribe
ciervos”, porque su lucidez es hostil, cruel, despiadada, rigurosa. Libro de la
noche, transita de la edad infantil a la madura en un viaje iniciático y
cíclico, de la esperanza a la ruina. Se desafía a la noche mediante la emoción
del descubrimiento, porque la poesía es la llegada de la luz, donde la fábula
de la luz se reconcilia con lo visible. Sí, salta lo onírico y la alucinación
del mito. Leemos, asistimos al viaje progresivo del libro, gracias a una
imaginación activa, medida y justa, respetuosa, sensible, cuya raíz empieza a
emerger, desde la oscuridad a la inteligente transparencia, procurando hallar
el esplendor de la forma.
Habita el libro la profundidad de la esencia y la
lucha afanosa de hallar un molde de certeza, de trascendencia, unidad y
sentido. Licor de lodo consigue
recrear un universo y grita su novedad debido a la fidelidad de sus motivos,
preocupaciones y fundamentos: el origen es su centro, los mitos recreados según
la experiencia del poeta, carne y espíritu de su trayecto, fuente primigenia
siempre renacida que busca otros sentidos, reencarnación, transformación al
interior del poema, reencuentro con otros orígenes distintos, antiguos e
inéditos a la vez.
¿Realidad encantada?,
sí. ¿Avistamientos de otros mundos, otra percepción?, sí. Es el descubrimiento de otra faz a través del
paisaje interior de la fábula interminable, dado que el tiempo de la escritura
de Licor de lodo es cíclico: se
expresa una realidad por medio de una metafísica que pretende un renacimiento.
La poesía aquí es rito y ceremonia que intenta modificar la naturaleza, o
cambiar la realidad mediante un orden simbólico e imaginativo.
Al final del libro se da
cuenta del extravío del hombre y entonces se da a la tarea de remitologizar,
valiéndose de una voz genesiaca y antigua que se apropia de las imágenes de
todos los tiempos. Visión de mundo que tiene un sentido espiritual, que trae de
vuelta a las palabras, las cuales restituyen al unísono los movimientos
interiores de la primera palabra, en ese “estado de ilusión”, como decía
Novalis, de la sugestión y la magia que quisieran liberar al hombre de la
sombra inhumana que nos acecha.
Por fortuna esta poesía
nos brinda caminos y llaves, convicciones. La poesía como abrigo y baluarte
defensivo, movimiento de fe, única certidumbre de aceptación austera. Licor de lodo: después del paraíso,
desafío para captar la tensión, los encuentros casi insostenibles con la
existencia profunda del hombre, su aventura, su desnudez ceremonial.
Gabriel Arturo Castro
Muestra
III.
En largas órbitas
perfectas
astros abandonados
primicias de lo
eterno.
Frutos de magma
echados a rodar
pulen las paredes del
cántaro y ennegrecen
hasta volver a ser
materia oscura.
Con discreta
prontitud
galaxias diminutas se
besan en la cara
y esperan el milagro.
VI.
En el segundo día la
tiniebla tuvo nombre y fue llamada Ojo.
Los buitres escaparon
para saciar su apetito en la pulpa de la materia.
Un feto reposa en el
estanque:
suspendido en humor vítreo
sueña despierto con
su nada más próxima.
La distancia que
separa al iris del picotazo
se mide con agua
oscura
empozada en las
calladas oquedades del miedo.
XII.
En tres días un
cuerpo en ruinas
no resucita ni
desaparece.
Tampoco se pudre totalmente.
Tres días no bastan
para purificar un
templo
con incienso y
latigazos.
En tres días un
cuerpo lacerado por la fe
tímido despojo de un
milagro
saciará el apetito de
los cuervos.
XIV.
Hombres:
esclavos de los
ciclos
condenados a ser
hombres.
Tristes reyes con
coronas de ceniza
expuestos a la piedra
pulida por la
tradición de los sacrificios.
Tiempo:
epifanía de muertos
que se tocan la cara.
POKOLPOK
Mi mano sostiene los códices donde se lee que
el Quinto Sol de Ometecuhtli es el sol del movimiento. Mi escudo se adorna con
cabezas cortadas.
Otros le dieron nuevo cauce al río,
fertilizaron el valle y levantaron sus templos. Todo fue propicio para la casta
de los sacerdotes. La tierra infestada de serpientes se cubrió con los cráneos
del aro ritual. A lo lejos vimos nubes de sangre. Las Abuelas ordenaron trazar
muescas en las cortezas de los árboles para cosechar la savia de las galaxias.
De allí salió el hule, recuerdo del paso de los días como flechas de jade.
Esperamos en la orilla las señales, la guerra
por las joyas del cielo la perdimos en el fango de los siglos.
Con vino de maíz sueño sin dormir en este
desierto de piedra que migra con el viento. Sigo el camino de las estrellas. Yo, general de los vencidos, levanto el
estandarte del linaje más espurio y te saludo con el pecho abierto, mi corazón
como presente para alimentar la hoguera negra de tus comienzos.
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