ENTRE
LA PAUSA Y LA PALABRA
Fragua del silencio, de Julio César Correa Díaz, es un libro fruto
del entusiasmo por la poesía, la pasión, la madurez, el dominio del oficio y la
búsqueda incansable del lenguaje propio. Todos los textos presentes manifiestan
un poeta desde dentro, un autor que comprende interiormente los fundamentos de
la poesía, un arte fascinante, su entendimiento, su manera de ser y estar en el
mundo. Sazón, maestría, condensación, saber esencial, intuición que se torna
reflexión profunda y sostenida y que evidencia el despliegue de una experiencia
literaria y existencial. Correa Díaz fabrica su propio albergue poético de
auténtica gestación. Allí la fragua, un fogón donde se alistan los materiales
para la imaginación, el entramado y armazón de las palabras. En sus entrañas los poemas se conciben y urden a
temperaturas propicias, unión de talento y oficio, donde existe la reflexión
trascendente, el asombro, la fuerza y la intensidad emocional.
Libro atravesado por el
silencio como recogimiento, misterio encarnado entre las manos, al fondo de una
voz que responde al exigente llamado de la memoria. Silencio que no es ausencia
de palabra sino su presencia de otra forma, tensión expectante, principio y
fin, calidez, secreto, habitación, gesto litúrgico, sensibilidad, reserva, un
silencio que con Walcott lo es todo y que con Juarroz abre algo entre la pausa
y la palabra.
Meditación intensa
cuando ya se ha ingresado a la palabra, porque “el silencio es la chispa que
propicia el fragor del poema”, es igual agua quieta, maduración, inmolación del
fuego, ceniza, abrevadero, “sonoras aldabas” detrás del verbo, signo que
pregunta, “la lengua de los seres anónimos”, las voces de la infancia, el
presagio del poema, la casa que expresa así en su totalidad:
Un hombre sale de su
silencio
como quien sale de su
casa
aunque no es lo mismo
salir del silencio
que salir de la casa.
Para salir del silencio
es necesario saber
nombrar las cosas.
Salir de la palabra
es ingresar de nuevo en
el silencio.
Uno sale de la casa
pensando siempre en
volver.
Salir también es
entrar.
Uno sale del silencio
para ingresar en la
palabra.
La palabra es la casa
del silencio.
Cuando el poeta de Fragua del silencio llega a su domicilio
de la palabra, al embrujo de su espacio interior, ha regresado a la raíz y al
útero y se resguarda del vacío, el vértigo exterior y el indolente tiempo, “el
maestro que apacigua los ánimos”, flecha que ata a la palabra, “la verdad y sus
aristas”. Emprende el conjuro y traduce su relación con el mundo por medio de
un lenguaje vertido en breves poemas, armazón de líneas que se articulan en
unos textos que provienen del insomnio, el delirio, el calor y los impulsos de
la gran fragua del cuerpo.
Encontraremos al
interior del libro la indisoluble compenetración de las cosas con el hombre, su
tejido sensible, la historia interior de las cosas, su palpitación profunda y
su riqueza. El poeta mantiene alrededor de esas cosas una auscultación íntima,
un esfuerzo de simpatía, una revelación acontecida con admiración y gracia,
unión de cuerpo y espíritu, porque el poeta es el productor de aquella verdad
interior, y al unísono realiza su intimidad, la intimidad del silencio. Busca,
explora “la serenidad en el fuego”; “la luz que quema mis ojos”; “el pájaro que
huye entre la sombra”; el árbol, la música, el pan, la luz, el cirio, el agua,
el paisaje, el rostro, el ojo, la ventana, la infancia, la flor y la semilla
Leamos al respecto el
poema El otro lado de las cosas:
Alguien está del otro
lado de las cosas
Escucha caer
la lluvia.
Como no hay ventana
dibuja una claraboya
De repente un pájaro
entra
El aleteo ahuyenta las
hojas del árbol
que aún no existe.
¿No sucede acaso lo
mismo con el mundo?
Las cosas existen
porque se nombran
Pero el día ya existe
antes de ser nombrado.
Deja entonces que el
día se diluya.
Si el día se diluye es
agua y es río.
La presencia del poeta
nos interroga e invita a reorientar la mirada para ver el mundo de otra forma y
así habitar los espacios intermedios, experiencia que vivencia lo presente, un
dejar aparecer lo existente en su ser, en su plenitud, lejanía y verdad
interior. Luego la percepción se traduce en discurso inteligible, en poemas,
moradas del afecto y de la resistencia espiritual, la misma que expresa la no
aceptación de la derrota, el sinsentido de la razón, el hombre que por dinero
“renuncia al festín de la palabra” o los demás que mueren atragantados de
palabras, y aturdimientos, postergaciones y amnesias. Todo para finalizar su
lúcido atrevimiento poético con una
lección de olvido, en cuyo adentro el poeta siempre luchará contra el
tiempo y pide con vehemencia que el silencio escriba sus mejores páginas: “Cultiva el silencio/ y deja que la vida/ te
compense/ si es que lo mereces/. Cultiva la prudencia/ y si alguien algún día/
te recuerda/ ojalá sea/ por el más sencillo verso/. Esa sería tu gloria”.
Gabriel
Arturo Castro
RETORNO
La patria
es el lenguaje
que
recorrimos en la infancia
Uno
vuelve a su lenguaje
como
volver a su propia casa
Uno
vuelve
al lugar
del que partió
Inevitable
el tiquete
que nos
regresa a casa
La
palabra amada canta
el camino
de ida
y musita
el camino de vuelta
Entre el
niño que partió
y el
viejo que retorna
juguetona
se
interpone
la lejana
cometa
el
frondoso árbol
HERIDAS DE GUERRA
La mano que
regresa del saludo
ya es ausencia
Uno está
marchándose de sí mismo
en naves de
silencio
Uno es astilla
cuando se marcha
y velero
cuando regresa
Uno es Ulises
regresando a Ítaca
Uno es el
desconocido que se reconoce
en las heridas de la guerra
No hay
derrota
en las
sales del naufragio
si
vuelves a casa
después
de un largo extravío
AGUA Y CENIZA
El
silencio
esa otra
forma del lenguaje
es
también un diálogo
una
manera de conversar
con uno
mismo
y quizás
con los demás
Callar es
empezar a nombrar
el mundo
que
recién emerge
como hoja
seca
en la
ventisca de la tarde
El
silencio me nombra
y me
concede un lugar en el mundo
La
palabra me nombra
y desde
entonces
soy el
nombre y todo aquello
que se
oculta y no es nombrado
Si la
palabra es ceniza
con la
que se nombra el mundo
el
silencio es agua
el río
donde el mundo
lava el
rostro de todas las cosas
PRESENCIA
El poema
es esa realidad
que surge
al unir
dos
principios
la
palabra y el silencio
El aleteo
de un pájaro
se
interpone
y
desvirtúa la realidad primera
Si no hay
pájaro no hay poema
Pero el
poema no es el pájaro
Es
aquello
que
precede la figura del pájaro
Entre la
palabra y el silencio
se abre
un espacio
y surge
una presencia
que poco
a poco
va
llenando de misterio el mundo
Llamarlo
pájaro o árbol
es parte
del misterio de ese mundo
Al
nombrar el mundo
el
misterio se diluye
pero el
pájaro permanece
El
silencio entonces es el misterio
detrás de
la palabra
el pájaro
detrás del poema
GEOMETRÍA DEL SILENCIO
Geometría el
silencio
y el declive
de la mañana
Las ocultas
galaxias que el poniente
desliza sobre
la noche
La
circunferencia de la luna flotando
sobre agitados
mares
El sigilo y
sus caras imprecisas
El cubo del
conocimiento
que Escher
convierte en pájaro
La palabra atada
a la flecha del tiempo
La verdad y
sus aristas
En los límites
de la lengua
otros mundos
inaugura el silencio
LA CASA DEL SILENCIO
Un
hombre sale de su silencio
como
quien sale de su casa
Aunque
no es lo mismo salir del silencio
que
salir de la casa
Para
salir del silencio
es
necesario saber nombrar las cosas
Salir
de la palabra
es
ingresar de nuevo en el silencio
Uno
sale de la casa
pensando
siempre en volver
Salir
también es entrar
Uno
sale del silencio
para
ingresar en la palabra
La
palabra es la casa del silencio
EL ARCO
Todo
concepto es un arco
que
se tensa entre dos mundos
Quizás
la realidad se deslice
sobre
la forma del arco
Quizás
la realidad surja
entre
el momento
en
que la flecha sale del arco
y
mucho antes que dé en el blanco
Si
la flecha da en el blanco
la
realidad se desvanece
El
blanco es el ojo que busca
las
márgenes de la flecha
Entre
la mano que agarra el arco
y
la otra que tensa la cuerda
el
silencio canta
su secreta armonía
VOCES
Eterno el cielo
que dibuja sobre los párpados
el vuelo del pájaro
Nada borra el paisaje
La memoria guarda el instante
para siempre
y evoca una tonada triste
un árbol de almendras
un patio lleno de hojas secas
y voces de niños
que de repente crecen
y se hacen hombres
Ebrio de nostalgia
miro la cometa
que trae
en su larga cola
un pedazo de cielo
Miro la calle
y entre un parpadeo y otro
alguien lanza una pelota
y quiebra el cielo
el silencio de la ventana
Nada es para siempre
salvo el silencio
que trae voces de la infancia
(A mis hermanos)
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